El número fallecidos no para de crecer. El pasado 6 de enero se registró un terremoto de 7.8° grados en la escala de Richter en la provincia de Kahramanmaraş, al sur de Turquía. El moviemto telúrico dejó víctimas mortales tanto en territorio turco y en Siria.
Precisamente, las utoridades turcas han informado de que al menos 9.057 personas han muerto, mientras que en Siria hay alrededor de 2.700 fallecidos. Los heridos en ambos países suman más de 53.600.
Los equipos de rescate siguen trabajando para intentar salvar a las personas atrapadas bajo los escombros. Sin embargo, más de 72 horas después, las posibilidades de hallarlas con vida se reducen considerablemente, más aún teniendo en cuenta las bajas temperaturas de la noche.
“Hemos movilizado todos los recursos del Estado, trabajamos con todos nuestros medios a disposición. Hemos hablado con los hoteles de Antalya, Alanya, Mersin [en la costa mediterránea] y estamos en disposición de ofrecer camas en ellos. Allá podrán recibir comida y cobijo, todas sus necesidades estarán cubiertas”, indicó Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía.
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Erdogan también ha reconocido que hay problemas en el suministro de gasolina y gas. En ese sentido, indicó que llegaron a acuerdos con empresas para la distribución de bombonas de gas de tamaño industrial y de tamaño camping gas en las zonas afectadas. Además, se repartirán pequeñas ayudas económicas (de unos 500 euros) a las familias para hacer frente a la situación del momento.
Por su parte, en Siria se han reportado centros sanitarios han resultado dañados y no se dan abasto para atender a los heridos. Dos trabajadores de Médicos Sin Fronteras (MSF) han fallecido como consecuencia del temblor.
Según datos de la organización, los centros de salud gestionados por ellos y que permanecen en pie en Alepo e Idlib han recibido 3.465 heridos y 551 víctimas mortales.