Hemos vivido rodeados de estándares nutricionales “ideales” y siempre estamos al pendiente de qué debemos o no comer. Este estrés se refleja en la alimentación de nuestros hijos. En lo que ofrecemos y en el tipo de acercamiento que tenemos hacia ciertos alimentos. Surge una interogante ¿Que hacer para que tus hijos no odien la comida?
Cuando le quitamos las emociones a los alimentos deja de ser prohibida, castigo, consuelo, premio o ansiedad y así se descubre que es simplemente comida que se puede disfrutar, comenzamos a reconocer las señales del hambre física y emocional y a honrar nuestras elecciones, se crea una estimulación plena de hormonas de placer como dopamina y serotonina y disminuye el estrés generado por el cortisol, esto ayuda a regular el metabolismo y controlar la saciedad.
Cuando terminamos con esta moralización se elimina el pleito ligado con el plato de comida se comienza a reflejar gozo, placer y bienestar en torno a los alimentos, se eliminan batallas en la mesa y sobre todo, se permite comer de manera consciente.
Recuerda que hay 5 principios básicos para comenzar una alimentación más consciente:
- Estructura: Mantener un horario establecido para las comidas, recuerda que los niños necesitan comer cada tres horas, prepárate y anticipa con platillos variados y de calidad.
- Haz una transición antes de sentarse en la mesa: Realizar una actividad que ayude a generar una transición como lavarse las manos, platicar, relajarse con tan solo cinco minutos puede ayudar en la aceptación de los alimentos.
- Respeta las señales de hambre y saciedad: Es posible que el apetito cambie de una hora a otra, respeta la cantidad que quieran ingerir y ayuda a facilitar el proceso.
- No pongas en un pedestal ningún alimento: Generar un balance en todos los grupos de alimento. Ayudará a que no se tenga preferencia por alguno. Jamás castigues, premies o condiciones con comida esto solo generará ansiedad por un alimento.
- Recuerda hacer siempre un momento agradable entorno a la mesa. La memoria que se tiene entorno a los alimentos dependerá de cómo se sentían en el momento de sentarse a comer. Si es un momento de estrés y presión solo creará rechazo y cero apetito. Pero si creamos una atmósfera amena, se hará una rutina en la cual siempre quieran estar y participar.
Comencemos a hacer el cambio en nosotros mismos. Cuando los adultos sanemos nuestra propia relación con los alimentos, podemos crear una alimentación plena en nuestros hijos.