Tras tres años de arduas negociaciones, los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han alcanzado un acuerdo sobre un borrador de «tratado pandémico», un instrumento diseñado para fortalecer la preparación global y la respuesta ante futuras crisis sanitarias. Este acuerdo, largamente esperado, surge en un contexto global marcado por la creciente interdependencia y la necesidad de colaboración multilateral para abordar desafíos transfronterizos como las pandemias.
Según la investigación publicada por The New York Times, el tratado busca evitar las respuestas fragmentadas y desiguales que caracterizaron la gestión de la pandemia de COVID-19, donde muchos países en desarrollo sufrieron por el limitado acceso a vacunas y tratamientos.
El núcleo del acuerdo radica en la obligación de las naciones más ricas de compartir información crucial sobre patógenos y tecnologías para intervenciones, como vacunas y tratamientos, con el resto del mundo. Este aspecto es fundamental, ya que la desigualdad en el acceso a recursos sanitarios demostró ser un factor exacerbante durante la pandemia, prolongando su duración y aumentando su impacto en las poblaciones más vulnerables. Se espera que los estados miembros adopten formalmente el tratado, que será legalmente vinculante, el próximo mes.
Sin embargo, no todos los actores globales se han sumado a esta iniciativa. Estados Unidos, que interrumpió su participación en las negociaciones después de que el expresidente Trump anunciara su intención de retirarse de la OMS, no tiene previsto ratificar el tratado. Esta ausencia, aunque significativa, no ha impedido que el resto de la comunidad internacional avance en la construcción de un marco legal para la cooperación en salud global.
El borrador final del tratado tiene un alcance más limitado que la visión original propuesta por la OMS al inicio de la pandemia. A pesar de ello, representa el primer gran acuerdo multilateral en un escenario mundial donde la hegemonía estadounidense ya no es indiscutible. Este cambio en la dinámica global plantea nuevos desafíos y oportunidades para la gobernanza de la salud a nivel mundial.
En palabras de Nina Schwalbe, consultora de salud global con experiencia en organizaciones estadounidenses e internacionales, el acuerdo «demuestra que, con o sin Estados Unidos, el mundo puede unirse por la salud global, reconociendo que las pandemias exigen solidaridad global». Schwalbe, quien siguió de cerca las negociaciones, destacó que los estados miembros «superaron sus líneas rojas y llegaron a un acuerdo», un logro significativo para 191 estados. Si bien el tratado podría no ser tan ambicioso como se deseaba en algunos aspectos, proporciona una base sólida para futuras acciones.
La OMS convocó a un grupo de negociadores en diciembre de 2021 con el objetivo de elaborar los términos de un nuevo acuerdo global. La aspiración era que este acuerdo permitiera a los países responder con mayor rapidez y eficacia ante futuras amenazas para la salud, aprendiendo de las lecciones de la pandemia de COVID-19, que puso de manifiesto las debilidades de los sistemas de salud y la necesidad de una mayor coordinación internacional.