LAS CONFESIONES DE CÉSAR HILDEBRANDT

Escrito por:  Arlindo Luciano Guillermo

Si tomamos en cuenta las memorias de Pablo Neruda y Mario Vagas Llosa, ellos han contado su vida personal en Confieso que he vivido y El pez en el agua respectivamente, a modo de relatos en capítulos sin interlocutor que pregunta o escucha, solo con la memoria lúcida para localizar los episodios biográficos más significativos, trascendentales, dignos de ser compartidos con los lectores. El reciente libro Confesiones de un inquisidor. Memorias de César Hildebrandt en diálogo con Rebeca Diz Rey (Edit. Debate, 2021. Págs. 255) rompe la norma y el formato de las memorias. Se trata de 29 entrevistas que abarcan del 3 de noviembre de 2017 hasta el 9 de abril de 2021. Es un largo y paciente diálogo, instructivo y revelador, de pasión profesional y tenacidad personal, de preguntas persistentes y respuesta con marco político e histórico, de lenguaje preciso y literario y tono confesional, entre dos periodistas: César Hildebrandt y Rebeca Diz Rey, su esposa. El libro contiene las memorias (vida pública, personal y atisbos de intimidad) de C. Hildebrandt, el periodista más representativo y de mayor influencia en la opinión ciudadana.

En Confesiones de un inquisidor, César Hildebrandt pasa de entrevistador acucioso, escrutador, desvelador, implacable, mordaz y banderillero a entrevistado por la periodista Rebeca Diz Rey, quien hábilmente le “saca con  cucharita” revelaciones personales e íntimas, pero también comentarios, opiniones y, apreciaciones y cuestionamiento sin pelos en la lengua sobre el ejercicio ético y profesional del periodismo, la historia social y política del Perú, su relación no negociable con empresarios y medios de comunicación, el derrotero político, las oportunidades posibles e imposibles de la sociedad peruana, la imprescindible lectura y la predilección por la literatura y la poesía. Tremendas confesiones: “Siempre he sentido que soy una suerte de réprobo, de hereje”, “Si no leo, es como si no comiera”, “El único poder del periodista es el poder que te da el hecho de que la gente reconozca que dijiste la verdad”, “El periodismo es, al final, un auxiliar de la historia. Somos testigos del momento”, “La literatura fue lo que me salvó, lo que me salvó del suicidio”, “Yo le debo todo a mis libros, a mi soledad, a la literatura”, “… la única misión que tiene la prensa, es decir, la verdad, revelar la verdad, atisbar la verdad, aguaitar la verdad, intuir la verdad”. César Augusto Hildebrandt Pérez-Treviño (Lima, 7 de agosto de 1948) es el más influyente periodista del Perú, un referente necesario, un paradigma digno de imitación; es hermano de la lingüista Martha Hildebrandt. 

En el pensamiento social y político de CH hay un tono de resignación, un goce placentero del deber cumplido con pulcritud ética, actitud filosófica y cumplimiento profesional con integridad y vocación de servicio. Dice: “Soy un pesimista que sigue luchando…”. Agrega: “Yo soy un escéptico vitalicio”. La historia del Perú, desde la perspectiva de César Hildebrandt, es aquella que no está escrita en los libros de los historiadores, menos en los textos escolares; es la versión de un testigo presencial de los acontecimientos. Cuestiona severamente a Fernando Belaunde, al APRA, Alan García y Alberto Fujimori a cuyo régimen autoritario y dictatorial se enfrentó con valentía como un David contra Goliat. La postura de “centroizquierda liberal” de Hildebrandt le permite observar y tomar posición de la realidad política e histórica sin fanatismo ni radicalismo. Ni comunismo ni ultraliberalismo, sino una economía con humanismo, pluralidad, inclusión social, instituciones sólidas, liderazgos políticos idóneos y ejercicios ético del poder. Dice: “Yo peleo modestamente por decir la verdad en un país en donde la mentira oficial ha sido sagrada”.

La lectura de literatura (poesía principalmente) le permite a Hildebrandt periodista escribir con lenguaje connotativo o metafórico, sin dejar de lado la objetividad ni la comunicación clara de la escritura y del argumento tan sólido y recurrente en él. Dice: “Y no me arrepiento de ningún minuto de lo que he invertido en el periodismo. Al final, quizá, ese era mi mandato: ser modestamente lo que soy, un periodista de lucha y una suerte de Quijote de bolsillo derrotado”. El hidalgo don Quijote de La Mancha, vestido de caballero andante, se enfrenta a todos y no gana a nadie; es el abanderado de la verdad, la justicia para los desposeídos, la libertad y la honra. Ese es Hildebrandt: un periodista forjado en la arena de los hechos históricos y cotidianos donde hay peligro y afán obsesivo por encontrar la verdad y la información certera, que desde su trinchera de opinión y análisis lucha casi solo contra el mundo, el poder político, mediático y económico, la corrupción convertida en “costumbre normal”, de desaire de los líderes políticos, las guerras perdidas con abundantes héroes, contra la desmemoria política e histórica, la permisibilidad y miopía ciudadanas que eligieron en 1985 a Alan García y en 1990 a Alberto Fujimori, aplaudieron el golpe del 5 de abril de 1992, cuya hija, de este último, intentó fallidamente 3 veces la presidencia de la república. César Hildebrand (hoy desde Hildebrandt en sus Trece, su propio semanario, sin rendirle cuentas a nadie) es el “batallador contra los molinos de viento”, pero satisfecho de haber cumplido la misión a cabalidad, sin renunciar a la ética ni venderse al poder económico, de haber contribuido con un ladrillo en la pared, un grano arena o una gota de agua en el pico del colibrí para apagar el incendio del bosque.  El día que nos falte físicamente (como ocurrirá, nadie es eterno ni inmortal), el Perú quedará huérfano (espero que haya relevo generacional) de un periodista culto, lector apasionado, perspicaz, lúcido, testigo excepcional de la historia del Perú, con manías y virtudes, defensor acérrimo de la libertad de opinión, de la verdad a costa de sí mismo. Periodista de este cuño y abolengo ya no hay ni nace en las maternidades ni universidades. Mientras esté vivo seguiremos leyendo Matices, la columna editorial del semanario que dirige. Confesiones de un inquisidor es lectura obligada para el gremio periodístico.