Una reflexión por el Día Mundial del Agua

 

El Día Mundial del Agua se instauró en 1992 a partir del acuerdo en la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU en Río de Janeiro, recomendando que el 22 de marzo de 1993, se efectúe la primera celebración.
Desde entonces, en apenas 23 años, se intentó que la población mundial tome conciencia de los temas relacionados con la contaminación del agua para que se cambien conductas porque el agua dulce, como elemento esencial de la vida y factor fundamental del desarrollo sostenible, es un recurso que propicia el bienestar de la población generando un impacto positivo en la vida de las personas.
En nuestro departamento contamos con tres cuencas hidrográficas importantes como el Marañón, el Huallaga y el Pachitea. Frente a esto, debemos asumir una conducta consciente y vigilante de la calidad del agua y de los vertidos contaminantes que en ellas se arrojan porque de no hacerlo seremos los primeros en padecer sus efectos nocivos. De tal modo, las instituciones y ciudadanos deben asumir un rol para cautelar la vida misma que significa el agua.
Por ello, debemos recordar que el actual secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, ha planteado que para eliminar los múltiples problemas relacionados con el agua se debe trabajar con un espíritu de cooperación urgente, con mente abierta a las nuevas ideas y la innovación, y dispuestos a compartir las soluciones que todos necesitamos para un futuro sostenible.