Tenemos uno de los regalos más preciados que Dios nos ha podido dar; sin embargo, normalmente no sabemos apreciar el don de la vida hasta que estamos al borde de muerte. La tragedia de hace dos días, cerca del óvalo Pavletich, dejó como saldo trágico a un policía y sus dos menores hijas muertas, y debemos aprender de ello.
Consideramos que hay varios factores que propiciaron tamaña tragedia, y que bien pudo haberse prevenido. Para empezar ese paradero de colectivos informales que ha tomado por asalto el margen derecho de la Carretera Central a la altura del Istap. Por algún motivo que desconocemos, tanto la policía como la municipalidad han permitido que estos señores laboren libremente en ese lugar a vista a paciencia de las autoridades y sin que nadie diga nada o, tal vez haciéndose de la vista gorda. Según testigos, el tráiler que transportaba maquinaria pesada, al ver la fila de vehículos estacionados al costado de la vía, tuvo que abrirse más de su carril y pegarse al carril contrario, por donde el policía sobrepasó al vehículo.
La irresponsabilidad y falta de decisión para poner mayor orden en el tránsito vehicular nos sigue costando vidas. Hace mucho que se propuso que el puente Pavletich sea de una sola vía probablemente de ingreso y que el puente Burgos sea de salida, sin embargo, hasta el momento nada cambia. La falta de puentes de conexión a lo largo del río Huallaga es inmensa, pero la voluntad para realizarlos es nula gracias a nuestras autoridades.
Por último, la gran informalidad. Todos tenemos limitaciones económicas, pero eso no quiere decir que vayamos a poner en peligro a nuestras familias llevando a tres, cuatro o incluso cinco personas en una motocicleta lineal. Todos los días vemos que tanto trimóviles, motocicletas, autos y peatones imprudentemente invaden las vías y realizan maniobras temerarias, aun acompañados de sus hijos o hijas.
Que esta tragedia no se vuelva a repetir y que en cada uno de nosotros quede un mensaje de reflexión para cambiar como sociedad.