MARIO VARGAS LLOSA, 37 AÑOS DESPUÉS

Es domingo Santo, un amigo, con quien estamos cenando en la pensión pregunta: sabes, ¿quién acaba de fallecer?, ¿Vargas Llosa? Si, me dice. Como si cerrara una ventana tras la lluvia, llegan algunos recuerdos.

A donde vivo no llegan los diarios, no tengo TV. Siempre que logro, enciendo la única radio de 6 a 7 am. Toda conexión es vía Wifi que, casualmente hoy es préstamo del maestro Jorge Martínez.

Desde ese domingo 13, he leído, escuchado y visto muchos posts. La imagen de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936 – Lima, 2025) que (des)conocemos la colectividad de peruanos es la construcción mediática, iletrada, anodina de los medios de comunicación; como una gresca, opiniones, de un país que deja entrever lo peor de su intimidad. Difiere del hombre que pensó su patria y de su genial capacidad de restregarnos la “realidad” por nuestra cara.

Mario Vargas Llosa en la Casa de la Literatura

Hay otra manera de acercamiento (la indiferencia queda desechada, no hay rincón del Perú donde su nombre no se haya conocido), es la del grupo de infortunados en acercarse a él, en conocerlo, escucharlo en vivo, de haberlo perseguido en vida y nunca logrado estrecharle la mano y pedido un autógrafo.

En casa, tía Juanita aún conserva una nutrida biblioteca para un joven colegial de distrito, ahí encontré Los cachorros y los jefes; del colegio no recuerdo nada sobre él, la pasión por el área, salvo excepciones, era nula. Apreciar a alguien vivo y cercano lastimosamente, es dificultoso.

Una tarde de 1990, el tío Pancho me dijo -sobrino, debo pegar unas propagandas por todo el pueblo. El fluido eléctrico se cortaba a las 10 de la noche en Ambo. Con una linterna en mano, andamos muchas de las calles principales pegando y engrampando afiches con el rostro de Mario Vargas Llosa, era el candidato presidencial del FREDEMO, tenía las manos levantadas y la picapica cayéndole. Sobraron algunos que los conservé hasta que hubo que cambiarse de casa.

Fotografía de Alicia Benavides.

Por ese mismo año, una tía oculista llegaba de Lima a Huánuco a poner un consultorio temporal, el día que me dijo que usaría anteojos por el resto de mi vida, afuera, en la plaza de la ciudad, Mario Vargas Llosa daba su mitin.  Logré sacar la cabeza por la ventana y verlo de perfil, llevaba puesto una casaca marrón, su cabello plateado y las manos levantadas y la picapica, como en el afiche que unas semanas antes, le caían por todo el cuerpo.

Al poco tiempo bajé a vivir a Lima, Vargas Llosa se volvió parte de los artistas importantes en mi formación, sobre todo cuando supe de su amistad con el pintor Fernando de Szyszlo, personaje respetado y quien cuentan, había escrito la palabra “Libertad” de un solo tirón. Posteriormente supe que, junto con Pablo Macera, amigo personal, habían sido discípulos de Raúl Porras Barrenechea.

Fernando de Szyszlo, Octavio Paz, Damián Bayón, Mario Vargas Llosa y Cabrera Infante (Fotografía. Penguin Random House Grupo Editorial ).

El 2014 regresé a trabajar a Chacas (Ancash), unos meses antes, Vargas Llosa, había estado por una semana, visitando a padre Ugo de Censi, publicaría un sentido texto donde confesaba: ¡Ah, si hubiera tantos stupidi en el mundo como en Chacas, querido y admirado padre Ugo! («La República», domingo 6 abril 2013)”

Visitando a Oswaldo Sagástegui (Llata 1936) en Mexico DF. Me mostró la caricatura que había realizado a Vargas Llosa, habían trabajado en un diario limeño.

El 2020, visitando el Centro Studi Jorge Eielson, a nuestra querida amiga en común, Martha Canfield, le pregunté sobre un curioso objeto que había en el lugar, dijo “es un premio de Mario, lo llevaba en el bolsillo de su saco, sintiendo que algo le incomodaba en el bolsillo, lo sacó y acomodó allí. Un día me di cuenta de que había olvidado su premio”.

En el bar “La Catedral” (Foto. Félix Nakamura).

El 2024, se inauguró la exposición J.E. Eielson: Matriz dinámica. Huellas/ Acciones / Omisiones. La sorpresa del libro fue cuando Alberto Servat nos comunicó que había logrado el permiso de la cátedra Vargas Llosa para publicar, el artículo escrito sobre Eielson, el 2006. Se cerraba una persecución de 37 años, ya no era un cachorro. El libro se presentó el 21 de enero del 2025, desde entonces, el nobel, de quien nunca estreché la mano, me acompaña.

A pesar de sus recuerdos de Arequipa, Cochabamba, Piura y vivir en París, Londres, y Madrid, su corazón y su mente nunca se fueron de Lima, eligieron el mar que desde su estudio en Barranco podía observar al correr las cortinas. (Pozuzo, abril 2025).