Andrés Jara Maylle
“Comienza siempre con el pie derecho, hijo,” me decía mi padre cuando sabía que iba a emprender algún trabajo, de los muchos que he realizado, en mis años mozos.
Y eso mismo les deseo a nuestras flamantes autoridades que se han hecho cargo de las diversas instituciones apenas comenzó este 2019, en medio de algarabías interesadas, discursos altisonantes, aplausos genuflexos, ambiciones desmedidas, pachangas interminables y otros exhibicionismos inútiles.
Y este escriba que ya ha vivido regularcito, ha podido ver en vivo y en directo los primeros pasos que han dado los diversos gobernantes cuando se hacían cargo de los puestos para los que fueron elegidos, tal como se viene haciendo desde 1980, año en que recuperamos nuestra ahora anémica democracia.
Pero no nos vayamos demasiado lejos, en el pasado, sabiendo que nuestro querido pueblo no se distingue precisamente por su buena memoria.
Cuando, por ejemplo, juramentó al cargo doña Luzmila Templo no me hice ninguna ilusión. Por el contrario, quedé sorprendido al comprobar cómo un pueblo con tanta historia y tanto pasado, cómo un pueblo que dio luz de vida a Amarilis, Alomía Robles, Hermilio Valdizán, Pavletich, Varallanos, Showing, etc., podía elegir a una señora que previamente había tenido dos pésimas gestiones al frente de la municipalidad provincial; y cuyos únicos méritos aparentes eran invocar ante cualquier disyuntiva al Señor de Burgos o considerar a todos como sus “hijos” a quienes “quería muchísimo”; una señora que era la sustancia del asistencialismo y populismo, elementos con el que se busca eternizar y justificar la pobreza, convenciéndolos que es mejor la resignación antes que el emprendimiento.
Debo reconocer que al salir elegido como presidente regional el abogado Jorge Espinoza (con quien creo haber hecho las pases) cundió cierto buen ánimo y esperanza, considerando que don Jorge tenía una larga y antigua trayectoria no solo política, sino también de innegable identificación práctica con este pueblo; pero creo que, él más que nadie, habrá podido comprobar que no bastan las buenas intenciones. Quizás fue superado por ese monstruo aborrecible que es la burocracia, o quizás no eligió bien a sus acompañantes, pero lo cierto es que muchos esperábamos más de su gobierno.
Y nuevamente nuestros electores, fieles masoquistas en lo político y también en otros menesteres, eligieron luego al médico Luis Picón, quien justamente había ejercido la vicepresidencia regional en el periodo anterior. Cualquiera hubiese creído que Picón poseía una gran experiencia al pasar de la vice a la ambicionada presidencia, pero desde el saque nos dimos cuenta que ese gobierno no nos llevaría a ninguna parte.
El tiempo, ese supremo juez, nos ha dado la razón. Los cuatro años de Picón, como los cuatro de la señora que invocaba para nada al Señor de Burgos, fueron años botados al agua, fueron años perdidos que no recuperaremos y que hasta ahora nuestro pueblo siente tal inoperancia, con obras inconclusas, presupuestos elevados desmesuradamente y, sobre todo, años en que se enseñoreó ese flagelo que puede hundirnos en la miseria humana para siempre: la corrupción.
Después elegimos al ingeniero Rubén Alva, en medio de gran expectativa, pues nos habíamos sacudido del clan Picón y compañía. Recuerdo todavía el mensaje esperanzador de sus primeras declaraciones, pero creo (para variar), ahora que ha culminado su mandato, nos ha dejado una atmósfera de desazón y cierto pesimismo. Tal vez sea porque nos hicimos demasiadas ilusiones y en política (como en el amor) no es bueno ilusionarse demasiado.
En fin, años van, años vienen. Y hace apenas unos días, el profesor Juan Alvarado, asumió el cargo en una rimbombante ceremonia en la que prometió (como si todavía fuera candidato) hacer obras en toda la región.
Espero, como decía mi padre, que Alvarado comience con pie derecho su mandato. A nadie que tenga un poquito de tutuma le conviene que le vaya mal, porque a nuestra región le irá peor. Todos queremos que los próximos cuatro años sean exitosos en el sentido mayor de la palabra; pero lo digo, muy a mi pesar, que a estas alturas de mi vida ya no estoy para creer cualquier discurso. Por eso espero ver para creer.
No tendré en cuenta ni siquiera los malos rumores que crecen en el sentido de que su hija y un pequeño grupo son los que se aprestan a mangonear la región. Solo puedo parafrasear el viejo adagio: “Dime con quiénes te rodeas, y te diré cómo será tu gestión”
P.D. Quiero recordarle a mi amigo Locky Villavicencio que su antecesor tuvo un buen acierto: liberar nuestra Plaza de Armas que, por la ambición e ineptitud del clan Giles y Zevallos, se había convertido en una monstruosa cochera pública, afeando el corazón de nuestra ciudad. Por favor se los pido que use su Autoridad para no ceder al chantaje ni al populismo de permitir que nuestra histórica plaza vuelva a ser lo que ignominiosamente fue hace años. Mil gracias.