Su escasa moral, su falta de criterio, su descaro y alto nivel de corrupción han hecho de nuestro Congreso de la República, hoy por hoy, una de las más detestadas y repudiadas instituciones del Estado.
Curiosamente, como todos sabemos, para postular al Congreso de la República, no exigen ni existe requisito alguno, salvo el ser peruano de nacimiento y tener su documento de identidad. Sin embargo, cuando un joven quiere postular a cualquier puesto laboral, se le exige, en la mayoría de los casos, un mínimo de calificaciones, o en el peor de los casos, quinto de secundaria.
Tal fue el caso de Yesenia Ponce, parlamentaria fujimorista, que mintió descaradamente en su hoja de vida por no tener secundaria completa, pagó a un director para que firme el acta de 4.to y 5.to secundaria; o el caso de Betty Ananculí, quien tiene una denuncia en la fiscalía de haber dado falsas informaciones de estudios en el I.T. Alas Peruanas de Ica y que los profesores que menciona no la recuerdan; Moisés Mamani, quien cínicamente señala haber estudiado y no recordar en qué colegio lo hizo; y por último, Esther Saavedra, a quien el JNE le detectó las irregularidades en su currículum, especialmente en los datos de primaria.
Por otro lado, cuando un profesional postula a un cargo en cualquier institución del Estado, no interesa el sector, como mínimo les exigen tener un título profesional, aunque ahora exigen tener el grado de magíster y probablemente el grado de doctor, ya que últimamente las universidades se han vuelto más generosas.
Lo que hemos podido apreciar a través de los años es que para ser elegido como candidato por un partido político se debe tener mucho dinero, para poder “comprar” un cupo en la lista de un determinado partido y la campaña, pues no es nada barata.
Recordemos el caso de Alejandro Yovera, quien fue desaforado del Congreso al no haber probado tener el título, y además porque en ese entonces no se tenía la “suerte” de tener un partido naranja dueño del congreso; fue desaforado y en su reemplazo asumió Karina Beteta.
La falta de honestidad y valores como la verdad y la honradez, nos está pasando la factura a todos los peruanos. Esta crisis de recesión por la que atravesamos es más política que económica y todo parece indicar que tiene para rato.