Franz Albert Emanuel Dionicio Veramendi Áncash–Perú, 12 de enero de 2020
Después de un año con una carga académica y profesional muy ardua, retorné a mi amada ciudad de Huánuco. En los días que estuve, los cuales coincidieron con la festividad de «Los Negritos de Huánuco», pude percatarme que, en efecto, la danza costumbrista, bandera de nuestra región, presenta algunos cambios, tanto en la música, la vestimenta como en la propia coreografía.
En mi condición de joven me veo en la necesidad de presentar una serie de reflexiones y opiniones al respecto de una costumbre que en lo personal me ha llamado mucho la atención desde que tengo memoria y, en detrimento, ha formado una parte muy significativa de mi identidad y considero que de todo aquel nacido en tierra huanuqueña; por lo que mi intención es demostrar que el interés y cariño por nuestras raíces culturales no es de un uso exclusivo para edades específicas.
Para no quedarme únicamente en mi ejercicio de opinión haré referencia al documento «Los Negritos de Huánuco, danza religiosa y ancestral» perteneciente a la Dirección Regional de Cultura Huánuco. En el documento se menciona que en Huánuco hay tres símbolos ostentosos: El Señor de Burgos (patrimonio religioso, representando la fe religiosa del pueblo huanuqueño), el club León de Huánuco (patrimonio futbolístico, representando el espíritu deportivo que caracteriza al huanuqueño) y Los Negritos de Huánuco (patrimonio cultural, representando las peripecias y penurias de los negros esclavos en las haciendas y fincas donde los amos disponían de su vida y destino).
Dentro del documento existe un mensaje que para mí es claro y contundente: «Cada personaje de Los Negritos es un símbolo vinculado con la historia real. Ningún arte o manifestación folclórica es inmutable, estática, rígida. Todo cambia y se adapta a novedosos contextos culturales. Sin embargo, eso no es argumento para tergiversar o contaminar consciente o inconscientemente la esencia de una danza.»
El documento hace hincapié en que la danza de «Los Negritos de Huánuco» es eminentemente de carácter religioso reflejando las verdades cristianas católicas que nos dejaron los primeros misioneros como una muestra de devoción y adoración al Niño Jesús. Además, en el documento se menciona los antecedentes más fiables (que se pudieron registrar) del origen de la danza y nuevamente se menciona el peso religioso existente para la conformación de la misma a partir de las enseñanzas de los misioneros a los hijos de los esclavos negros mucho antes de la era republicana; es decir, durante la era colonial–virreinal, lo cual demuestra un antecedente muy importante de la costumbre folclórica. También se hace mención de la simbología de los personajes y a su vez de las mudanzas que caracterizan la danza al igual que sus significados (que en lo personal son una expresión más de la teoría de la «colonialidad del poder» tratada por autores como Aníbal Quijano o Gonzalo Portocarrero, la cual explica el por qué ciertas manifestaciones socioculturales han calado tanto en el pensamiento colectivo), dicha simbología se refiere al origen de los personajes que participan en la danza y que hoy algunas nuevas cuadrillas desconocen, lo cual es perjudicial para la costumbre.
A pesar de que algunos muestran ciertas diferencias al respecto, Los Negritos de Huánuco como tradición si concibe el poder realizar ciertos «momentos» o «actividades» antes, durante y después de la fiesta, tales como: El desayuno, el almuerzo, la cena, la asistencia a las misas, la visita a los «ciudadanos notables» o «mayordomos» como le decimos actualmente y el cambio de los mismos, show de corochanos, llamada de caporales y el que a mi parecer ha prevalecido por sobre los demás que es la «Fiesta Popular».
Para concluir, en el documento se menciona algo que posee un peso social muy trascendental y es que la danza de Los Negritos es una representación de las clases y/o grupos sociales que existieron en el contexto y coyuntura colonial; por ende, los cambios que se hacen, sin respetar el carácter tradicional de la festividad, ponen en peligro la supervivencia del folclor huanuqueño.
Este hecho trae como consecuencia el nacimiento de una danza nueva, con otras motivaciones y funcionalidades, la cual ya no tendría una relación estrecha con la festividad religiosa y con el sentimiento popular de la participación social entre los huanuqueños, sino estaría condicionado por las exigencias del mercado que como se ha visto año tras año va creciendo por los gustos de un público ocasional que queda perplejo ante los colores, la elegancia y el glamour que ofrece esta danza reestructurada, por lo que los antecedentes comentados deberían ser los que primen a pesar del paso del tiempo y que sean una muestra de la prevalencia del sentimiento huanuqueñista, lo cual no desvirtúa la danza, por el contrario la hace más original, culturalmente más atractiva y la hace más nuestra.
Lo señalado es un llamado a la reflexión y la búsqueda de medidas pertinentes para salvaguardar una costumbre, tradición y patrimonio cultural que es insignia representativa del huanuqueño.