Por: Eliseo Talancha Crespo
Hco. 20.02.24
En el largo y complejo proceso de la independencia política del Perú, uno de los primeros gritos libertarios antes de la proclamación de la independencia de Huánuco en 1820 o de Lima en 1821, ha sido la revolución de Huánuco de 1812. Se trató de un movimiento esencialmente indígena y de carácter regional pero con repercusión nacional e internacional que estalló el 22 de febrero de 1812 con la activa participación de los pobladores de Huamalíes, Huánuco y Panataguas.
La historia de la independencia nacional registra que el 22 de febrero de 1812 se inició la revolución doceañista en la quebrada del río Panao, considerado uno de los movimientos preindependentistas más importantes del Perú. Los indígenas de Panao, Pillao, Acomayo, Santa María del Valle, Malconga, Pachabamba, Pomacucho y Churubamba se dirigieron a la ciudad de Huánuco. Después de cruzar el puente de Huayopampa, sobre el río Huallaga, los rebeldes patriotas el 23 y 24 de febrero comenzaron a penetrar en la ciudad, asaltaron el cuartel y depusieron al Subdelegado Diego García.
Encabezados por sus alcaldes Mariano Silvestre de Panao, Patricio Martínez de Acomayo, José Cabestro de Santa María del Valle, José Contreras de Quera, José Trujillo de Llicua, entre otros, los indígenas perpetraron todo tipo de abusos, saqueo y pillaje de las tiendas y de las casas y haciendas de los españoles; en una acción descontrolada, netamente revolucionaria, que impresionó profundamente a los despavoridos habitantes y autoridades españolas que huyeron de la ciudad como les fue posible, dejándolo todo, para dirigirse hacia Huariaca, Cerro de Pasco o Tarma en busca de auxilio.
La trascendental rebelión libertaria de los pueblos indígenas de Ambo, Huánuco, Huamalíes y Pachitea ha sido interpretada desde diversos enfoques. Sin embargo, dentro de su cultura política, el miedo, el pavor, la amenaza que generó nuestra raza indígena a la élite y las autoridades coloniales abusivas con motivo de los saqueos y protestas sociales en la toma de la ciudad de Huánuco en la rebelión de 1812 ha sido poco analizado en el discurso histórico.
La rebelión de Huánuco en 1812 fue el inicio de una etapa de soberanías en lucha en el Perú virreinal, instituyendo la primera Junta de Gobierno autónoma en el Perú, como consecuencia de la fragmentación de soberanías. Los indígenas se constituyeron en actores políticos y, siguiendo a sus alcaldes y mandos, lograron triunfos militares que los posicionaron como una fuerza insurgente que, de tener un liderazgo unificado, habría logrado mayores logros y no hubiera fracasado tan prontamente como sucedió. Ante la derrota del movimiento, los criollos supieron negociar una salida con el Intendente de Tarma, José Gonzales de Prada, abandonando a los indígenas a su suerte.
El análisis del miedo en la población lo hemos ubicado dentro de la contienda política, como una forma utilizada por los insurgentes para afirmar su autoidentidad en medio de una contienda transgresiva. La contienda política en la rebelión de Huánuco de 1812 tuvo lugar en un primer momento de colapso del estado, durante el gobierno del virrey Abascal, cuando las ideas de las Cortes de Cádiz, gracias a la prédica del bajo clero, se habían encarnado entre los indígenas huanuqueños quienes se constituyeron en nuevos actores políticos.
Una gran cantidad de juicios fueron realizados durante la etapa post rebelión, intentando determinar autorías y responsabilidades. En estos procesos judiciales, las manifestaciones declaradas por las partes nos brindan un panorama sobre las sensaciones que vivieron los huanuqueños. Sería equivocado pensar que este sentimiento fue solo concebido por las élites; los pobladores comunes también se vieron inmersos, el temor que percibían los llevó a optar por involucrarse en el levantamiento, ante el miedo de perder la vida o sus pequeñas propiedades, y fue precisamente el miedo el pretexto de los involucrados en la revuelta para justificar su participación en la rebelión.
El miedo que se desencadenó entre los insurrectos, y también entre los agraviados, nos permite seguir conociendo aspectos poco explorados de la rebelión. En esa dirección, es posible ingresar al estado de ánimo de ambos grupos enfrentados, conocer del lenguaje político empleado, acceder a sus emociones y sentimientos encontrados. Las aspiraciones, fantasías y miedos colectivos que salieron a flote, ingresando a la intersubjetividad de toda una época y de una coyuntura del periodo pre separatista.
Es en esta perspectiva que se entiende la conducta y el perfil político que observaron estos grupos sociales a la llegada de la expedición libertadora de San Martín en septiembre de 1820. Ocho años atrás se habían producido eventos tan traumáticos que difícilmente podían haberse olvidado o ignorado. Los agravios, los resquemores, la desconfianza y el recuerdo de las víctimas de los sucesos del verano de 1812 aún estaban intactos. El retraimiento de los pueblos huanuqueños a participar directamente durante el periodo de la guerra entre 1820 hasta 1824 halla explicaciones coherentes en los fenómenos que hemos hecho mención en el presente artículo.