
Jorge Farid Gabino González
Escritor, articulista, profesor de Lengua y Literatura
Dicen que no hay primera sin segunda ni, mucho menos, segunda sin tercera. En cualquier caso, para el asunto este de la vacancia presidencial, que tantos dolores de cabeza nos viene causando desde hace ya meses, debido entre otras cosas a las marchas y contramarchas en que se han estado enfrascando sus propulsores, todo hace indicar que en verdad es cierto. Ello porque después de haber fracasado estrepitosamente en las dos primeras ocasiones en que intentaron mandar a su casa al impresentable de Castillo a través de la vía constitucional, nuestros inefables congresistas vuelven de nuevo a la carga, solo que, a diferencia de lo sucedido cuando en su momento intentaron devolverle la estabilidad al país y, de paso, la dignidad a la figura del presidente, intentos que, hechas las sumas y las restas, únicamente sirvieron para hacer más fuerte al sujeto ese, en esta oportunidad dicen tener razones de peso para creer que su iniciativa por fin prosperará.
Se ampararían en el hecho de que, a su juicio, la presente moción de vacancia por incapacidad moral permanente en contra de Pedro Castillo estaría muchísimo mejor sustentada que las que la precedieron; con lo cual, en lo concerniente al ámbito jurídico al menos, se tendrían mayores posibilidades de contar con argumentos que, ahora sí, no solo no puedan ser rebatidos con facilidad por las bancadas oficialistas, sino que, por el contrario, sirvan más bien para no dejar abierta ni la más mínima posibilidad de que los del Ejecutivo puedan apelar ante instancias supranacionales, haciendo de todo esto un circo todavía mayor que el que de por sí ya existe.
Por otra parte, basarían también su confianza en que ahora las cosas tendrían que irles mejor, en que contarían con un número mayor de votos que los que obtuvieron en las dos anteriores oportunidades. Puesto que habría aumentado el número de congresistas dispuestos a poner sus intereses personales de lado en favor del país. Sin embargo, es de señalar que, si tenemos como punto de referencia la votación alcanzada durante la admisión a trámite de esta última medida, no sería arriesgado suponer que, llegada la hora, muchos de los que hoy dicen estar a favor de que el Perú se libre por fin de ese rosario de posibles delincuentes que maldita la hora que nos gobiernan, terminen traicionando a su palabra y votando en contra de esta nueva moción de vacancia. Como está el panorama, se puede esperar cualquier cosa.
Ahora bien, si a lo hasta aquí señalado le agregáramos el que ni aun reuniendo a toda la oposición se podría llegar a obtener los 87 votos indispensables para vacar a Castillo, solo cabría esperar que un verdadero milagro de navidad, uno de esos que jamás ha ocurrido, pero que nos complace creer que podrían ocurrir, hiciera entrar en razón a toda esa sarta de chupamedias del susodicho, y los llevase a votar a favor de su vacancia. Pero no nos hagamos demasiadas ilusiones, que nada de esto sucederá, por mucho que lo quisiéramos.
Tal y como puede verse, lo más probable es que esta nueva moción de vacancia por incapacidad mental en contra de Castillo termine también en el fracaso. No porque lo queramos, desde luego. Que podrá acusársenos de cualquier cosa, menos de simpatizar con el impresentable. Como sea, y en el supuesto de que Dios esté con nosotros y, por fin, se alcance lo que durante varios meses venimos buscando, hay una cuestión sobre la cual no deberíamos estar pronunciándonos tan a la ligera, y es sobre qué pasará, en términos de conducción del país, con el cargo de presidente de la República después de vacado Castillo. Esto es: ¿se promoverá la asunción al cargo de la vicepresidente Dina Boluarte, tal y como lo señala la Constitución, a pesar de los serios cuestionamientos que también pesan sobre ella? De ser así, ¿se la mantendría en el cargo hasta 2026, o, por el contrario, se le exigiría un adelanto de elecciones? ¿Se le exigiría presentar su inmediata renuncia, o se impulsaría una nueva moción de vacancia en su contra? Y en el supuesto de que fuese el presidente del Congreso quien asuma la presidencia de la República una vez producida la vacancia, ¿tendría que llamar únicamente a elecciones presidenciales, o quizá a elecciones generales?
Tengamos en cuenta que no solo basta con sacar a Castillo del poder para devolverle al país la estabilidad. Es también necesario que quien lo reemplace se encuentre en condiciones de sacar al Perú del caos en el que se encuentra. Pues de lo que suceda el día después de la vacancia dependerá para que la ciudadanía termine de convencerse de que ese era el mejor camino. Y es que de no ser así, esto es, de llegar a generarse más caos e incertidumbre de los que ya tenemos ahora, estaríamos haciéndole un gran favor a Castillo. Ya que no serían pocos los que desearía tenerlo de vuelta. Tratándose de nuestro país, todo, incluso eso que parece de lo más descabellado que se podría haber dicho jamás, resulta perfectamente posible.