DIME CÓMO ESCRIBES, TE DIRÉ QUIÉN ERES

 

Arlindo Luciano Guillermo

Es un error generalizado considerar que la ortografía se reduce únicamente a la tildación de palabras. Desde la primaria hasta la secundaria, la academia preuniversitaria y en la universidad se observa al profesor de comunicación (un Quijote que batalla contra molinos de viento) enseñar tercamente ortografía o la aplicación correcta de normas ortográficas en la producción de textos, elaborar diapositivas en power point, infografía, eslóganes, textos discontinuos, exámenes escritos. No sirve memorizar reglas ortográficas, si estas no se aplican acertadamente en el momento de redactar. El viejo percentil ortográfico y el dictado han desaparecido como medios para enseñar ortografía. Hubo y hay esfuerzo diario en la escuela para mejorar la calidad de la ortografía. Sin embargo, de cada diez palabras escritas, seis o más están incorrectamente tildadas, una coma o punto y coma inadecuado, una mayúscula impertinente, una sigla mal escrita o una palabra abreviada irreverentemente. ¿Qué pasó? ¿Quién no aprende? ¿El docente no es efectivo? ¿Cuál es el rol de la lectura instructiva, vigilada, “inducida”, con acompañamiento? No hay anarquía en la escritura ni permisibilidad en la normatividad ortográfica. La ortografía es un termómetro cultural. Se trata de escribir correctamente.

La ortografía tiene cinco ámbitos concretos, presentes en todo escrito simple o complejo, literario o no literario, que comprenden normas generales y excepciones: tildación y acentuación, mayúsculas, minúsculas, signos de puntuación y siglas y abreviaturas. Desde el titular de un diario, una tarjeta postal o de cumpleaños, un aviso publicitario, un mensaje en las redes sociales, el resumen de un libro, un texto periodístico, académico o científico tienen que respetar estrictamente las normas ortográficas. En ortografía no hay irreverencias vanguardistas ni tropelías en la escritura. La corrección estilística y normativa es una obligatoriedad, pues el lector tiene que leer un texto “bien escrito”, con orden, claridad, sin errores ni horrores ortográficos, coherencia de párrafos y argumentación consistente. Leer un texto correctamente escrito es un deleite, un festín intelectual, gráfico y visual. Escribir pulcramente es equivalente a vestirse con elegancia, “criterio estético”, a pesar de que vestirse es un gusto personalísimo. Ahora lea el siguiente texto: “Aller te ví en la calle comiendo sandilla con tu nobio que te chapaba de tu mano para que no te escapes. No le dijistes nada a tus papás por que lo tienes miedo.” A leguas se sabe que hay “crímenes ortográficos” que revelan ignorancia, carencia total de lectura y cuidado por escribir. Quien escribe mal es un conductor ebrio que no ve el semáforo ni respeta las señales de tránsito. ¿Ugeles, güisqui, carné, restorán y oenegés ortográficamente son correctos? ¿Qué es la coma hiperbática? ¿Se deben tildar este, ese, aquel, fe, ti?   

Todo profesional que tiene título aniversario ha elaborado y redactado un proyecto de tesis y desarrollado la misma para la sustentación respectiva. Durante los estudios universitarios ha escrito informes, monografías, comentarios críticos y textos científicos. Esos textos tienen orden y corrección, están sujetos a la Norma APA, aplicación de la ortografía y la argumentación coherente, científica, informada y convincente. En el ejercicio profesional se redactan y envían documentos administrativos oficiales, correos electrónicos con mensajes que deben ser comprendidos con claridad, precisión y rapidez. A veces sucede que estamos frente a un extraordinario profesional con alto desempeño y cargo en la gestión, pero escribe con los pies, con errores ortográficos, sintácticos y de vocabulario, que revelan una total desproporción entre el profesional eficiente y las competencias ortográficas y lingüísticas. Nadie escribe como habla, sino como pensamos y sentimos. Jorge L. Borges es un gran estilista, igual que Octavio Paz.,

El docente de comunicación es el primer ejemplo que tiene el estudiante para escribir con ortografía, léxico y sintaxis correctos. Un docente que no revisa exámenes escritos con rigurosidad, exigencia de argumentación pertinente y dedicación está permitiendo que los errores ortográficos se refuercen groseramente. Nadie utiliza la ortografía perfectamente. Los textos escritos, antes de ser publicados, deben pasar por una corrección de estilo y de vocabulario. Mario Vargas Llosa, en los artículos periodísticos que publica en La República, omite la coma hiperbática y tilda la palabra solo. ¿Por qué?  

La lectura provechosa e instructiva de libros con calidad lingüística y poder argumentativo es el remedio efectivo para mejorar la ortografía y la redacción. Sin lectura, no hay conocimiento ni ortografía correcta. Se hace necesario conocer la normatividad establecida, pero no es suficiente. Una teoría que no resuelve problemas concretos no sirve, solo vale para el lucimiento discursivo. Nadie resuelve problemas con palabras, sino con actitudes y acciones. Las deficiencias ortográficas y la pésima redacción es un serio problema educativo, cultural y social. El corrector de word es un auxiliar no confiable. La mejora de la ortografía está directamente ligada a los hábitos de lectura. A más lectura, menos errores ortográficos. El plan lector tiene que ser efectivo, pues la finalidad, precisamente, es ganar lectores que sepan manejar el castellano con responsabilidad, corrección ortográfica, argumentación sólida y textos con sintaxis elegante y precisa y riqueza de vocabulario. Las academias preuniversitarias ofrecen ingreso a la universidad, pero no ofertan ortografía, sintaxis ni redacción de textos argumentativos. Mejorar la ortografía y la redacción sin leer habitualmente es aprender natación por correspondencia. ¡Adelante, ciudadano lector!