Canonización de Monseñor Alfonso María de la Cruz Sardinas: Huánuco cerca de tener su primer santo

De fraile a futuro santo: La vida, misión y obra de Monseñor Alfonso María de la Cruz Sardinas

El proceso de canonización del segundo obispo de Huánuco, Monseñor Alfonso María de la Cruz Sardinas, ha dado un paso importante al ingresar a su fase romana, según informó la vicepostuladora de la causa, Sor Karina González Rizora, de la Congregación Franciscana de la Inmaculada Concepción.

Desde Roma, la religiosa explicó que Monseñor Sardinas es considerado «Siervo de Dios», lo que lo convierte en un candidato idóneo para llegar a los altares, aunque aún debe superarse la fase de venerabilidad y comprobarse al menos un milagro para su beatificación.

González Rizora destacó que Sardinas es recordado por su labor religiosa y social en Huánuco, su capacidad para transmitir valores cristianos y su compromiso con la educación. «Construyó seminarios, afianzó la educación, habló de la familia, se dirigió a los fieles y tuvo una palabra adecuada para los políticos», señaló.

El proceso de canonización sigue un procedimiento riguroso. Tras culminar la fase diocesana en Perú, ahora se encuentra en evaluación en el Vaticano, donde se analizan documentos históricos sobre su vida y se espera la confirmación de un milagro.

Un huanuqueño en camino a la santidad

Alfonso María de la Cruz Sardinas nació en Huánuco el 30 de mayo de 1842, en la calle 28 de Julio, en la casa donde actualmente se ubica la panadería San Andrés, según explicó Sor Cecilia, integrante de la misma congregación. Fue bautizado como Fernando Sardinas Zavala y quedó huérfano a temprana edad. Su tío, Isidro Soler, fue quien lo crió y lo guió en la fe cristiana.

Desde joven, mostró una inclinación por la vida religiosa. Su decisión de convertirse en fraile franciscano surgió tras ver a misioneros de la orden en Huánuco. Ingresó al convento de Ocopa, donde adoptó el nombre de Alfonso María de la Cruz.

En una de sus misiones en Sayán, contrajo una grave enfermedad y, según testimonios de la congregación, se curó tras encomendarse a la Virgen Inmaculada Concepción. Como agradecimiento, prometió fundar una congregación en su honor.

Fundación de la Congregación de las Franciscanas de la Inmaculada Concepción

La promesa se materializó en 1880, cuando Sardinas fundó la Congregación de las Franciscanas de la Inmaculada Concepción junto con María Josefa Camila del Carmen Álvarez. La institución tuvo como objetivo la educación de niñas y jóvenes en situación de vulnerabilidad, especialmente tras la devastación causada por la Guerra del Pacífico.

En 1883, inauguraron el primer colegio de la congregación en Lima, con un modelo educativo que beneficiaba tanto a familias con recursos como a aquellas que no podían pagar.

Sardinas también dirigió ejercicios espirituales y promovió el compromiso cristiano entre laicos y religiosos. Su legado sigue vigente, especialmente en Huánuco, donde se le recuerda como un modelo de fe y servicio.

Un llamado a la devoción y la oración

Las religiosas de la Congregación Franciscana de la Inmaculada Concepción han instado a la comunidad huanuqueña a rezar por la canonización de Monseñor Sardinas. Según explicó Sor Cecilia, «es necesario que los huanuqueños recen y pidan su intercesión para que podamos comprobar un milagro».

Para ello, han organizado rezos del Santo Rosario en su tumba, ubicada en la cripta de la Catedral de Huánuco, todos los sábados a las 7:00 a.m. y los domingos después de la misa de las 11:00 a.m.

Asimismo, han invitado a la población a conocer más sobre su vida a través de redes sociales, donde comparten información histórica y espiritual sobre su legado.

Futuro del proceso de canonización

Si bien no hay una fecha establecida para su canonización, el proceso ha avanzado significativamente. La Congregación Franciscana destacó que todos los documentos han sido recopilados y revisados, y que la fase romana es el último gran paso antes del reconocimiento oficial de su santidad por parte de la Iglesia.

«Huánuco tiene un santo. Ahora solo falta que la Iglesia lo reconozca oficialmente», concluyó Sor Karina González Rizora.