AYACUCHO Y LA GUERRA ENTRE LOS HERMANOS TUR

Por: Eliseo Talancha Crespo-UNMSM

La historiografía tradicionalmente cuenta el desarrollo, la composición y el desenlace de la batalla de Ayacucho que consolidó la independencia del Perú y América. Sin embargo, hay otros detalles, anécdotas y datos poco conocidos. Uno de esos episodios fue la emotiva despedida que, momentos antes de la crucial batalla, protagonizaron los hermanos españoles Antonio y Vicente Tur y Berrueta, quienes aquel 9 de diciembre de 1824 militaron en ejércitos opuestos.

Criados en una misma familia, los hermanos Tur fueron militares de Valencia que llegaron al Perú para combatir a los patriotas que luchaban por la independencia del país. Bajo el mando del batallón Cantabria, el coronel Antonio Tur participó en la batalla de Corpahuaico, mientras que su hermano menor, el teniente coronel Vicente Tur, había desertado del ejército real para unirse a las tropas peruanas.

En las memorias de los testigos presenciales se registra que, horas antes de iniciarse la batalla de Ayacucho, el general realista Juan Antonio Monet se adelantó a las posiciones patriotas y le propuso al general patriota José María Córdova que, teniendo en cuenta que “en ambos ejércitos había jefes y oficiales ligados por amistad o parentesco”, podrían darse un abrazo de despedida. Con la anuencia de Sucre, los hermanos Tur intercambiaron palabras y se dieron un emotivo abrazo que ha sido recogido en diferentes versiones.

Se trataba de dos hermanos unidos por la sangre, pero divididos por la guerra. Seguramente ambos tendrían el corazón dividido entre el amor a su propio hermano y la lealtad a sus ideas militares. Antonio Tur se ubicaba en las tropas de infantería como jefe del batallón Cantabria bajo las órdenes de Valdez, mientras que Vicente Tur se encontraba en la oficialidad del Estado Mayor bajo el mando de Agustín Gamarra.

En sus memorias publicadas en 1828, el general Guillermo Miller cuenta lo siguiente: “Los dos hermanos se juntaron y el mayor principió la conversación diciéndole cuánto sentía que un español estuviese en las filas de los insurgentes; pero le añadió que, a pesar de su sentimiento en aquel punto, no podía olvidar el cariño que le había profesado y le aseguraba que podía contar con su protección cuando la batalla que iba a darse le pusiera en manos de los realistas, lo cual no haría con ningún otro español en iguales circunstancias”.

A su turno, sobre la respuesta de Vicente a Antonio, Miller consigna: “El teniente coronel le dijo en contestación que si le había llamado para insultarle, habría sido mejor que no se hubiesen visto, y dio la vuelta y se marchó. Entonces el general realista corrió hacia él, se disculpó y a la vista de los dos ejércitos se abrazaron los hermanos del modo más tierno y cariñoso. Pocas horas después estaba ya prisionero de guerra el general Tur, y alojado y bien recibido por su hermano”.

Otro de los protagonistas de Ayacucho, el coronel colombiano Manuel Antonio López, narra lo siguiente: “…a todos nos ganó en presteza el Brigadier español don Antonio Tur, interesante joven de alta estatura y unos 34 años de edad, que fue tal vez quien pidió esta entrevista. Se nos abalanzó en demanda del teniente coronel Vicente Tur, del Estado Mayor peruano, hermano suyo y como seis años más joven. Encontrándolo al punto, lo apostrofó con tono acerbo: ‘¡Ay hermanito mío!, ¡cuánto siento verte cubierto de ignominia!’. ‘Yo no he venido a que me insultes, y si es así, me voy’, le contestó Vicente, y dándole la espalda ya se iba, cuando Antonio corrió tras de él y, abrazándolo, lloraron estrechados largo rato”.

El cajamarquino Basilio Cortegana en su “Historia del Perú” también narra lo siguiente: “Por otra parte, como la hora estaba así avanzada, cerró la noche suspendiéndose el fuego naturalmente y verificándose la entrevista de los dos hermanos Tur —de los que uno era brigadier de los españoles, llamado don Antonio Tur, y el otro, teniente coronel de la patria, nombrado don Vicente—, que habían obtenido permiso de sus correspondientes superiores para verse. La escena fue bastante sentimental y afectuosa, pero sin tocar en sus opiniones procedieron a saludarse y abrazarse, hasta que el brigadier, al despedirse, le dijo: «Siento, hermano, que estés metido en una causa que va a sucumbir». A lo que le contestó el patriota inspiradamente: «Hermano, no tengas tal aflicción, porque pudiera ser que te sirva de algo el día de mañana», y cada uno se restituyó a su respectivo ejército”.

Se dice que la despedida de los hermanos Tur fue tan conmovedora que no faltaron comentarios sobre posibles negociaciones de paz. El general español Monet nuevamente se presentó en el campamento de los patriotas y mantuvo conversaciones con el general independentista Córdova para deponer las armas y evitar un baño de sangre. Teniendo como testigo al cerro Condorcunca, el general Córdova respondió que eso sólo ocurriría si los españoles aceptaban formalmente la independencia del Perú. Inaceptable como resultaba la condición, el enfrentamiento más importante de la independencia estaba a punto de comenzar.

Luego de aproximadamente cuatro horas de brutal batalla, el ejército patriota ganó la contienda y definió la caída del régimen colonial. Tras el combate, en el que los realistas perdieron aproximadamente 1,500 hombres, Antonio Tur retornó a España, donde en 1833 ocupó un cargo militar en Andalucía. Mientras tanto, Vicente Tur se afincó y casó en el Perú, alcanzando el grado de coronel. Se sabe que su hija Juana Genara Tur recibió del gobierno peruano la pensión correspondiente a los hijos y viudas de los vencedores de Junín y Ayacucho.

La historia de los hermanos Tur no fue excepcional, sino que también hubo otros casos como el de los hermanos Leandro y Ramón Castilla. En la última batalla por la consolidación de la independencia del Perú y América, hubo episodios significativos en los que se entremezclaron emociones encontradas de los combatientes. La construcción del Perú republicano no solamente costó sangre, sino también una diversidad de pensamientos y sentimientos por los ideales de la vida y la libertad.