Israel, es el país del mundo donde la aplicación de la vacuna va más deprisa. El 23% de la población ha sido vacunada en sólo dos semanas. Eso representa el 50% de mayores de 60 años y el 39% de la población en general ha recibido ya al menos una dosis.
De acuerdo los datos publicados por el diario El País, el ritmo de las hospitalizaciones para los mayores de 60 años ha decrecido considerablemente. La diferencia en está caída de hospitalizaciones en los mayores de 60 años comparados con los de cero a 59 años, es que el primer grupo ha recibido antes la vacuna.
De acuerdo al estudio, la vacuna podría estar reduciendo los casos graves de COVID-19.
De acuerdo al estudio preliminar realizado Eran Segall, en el grupo de adultos mayores, ha disminuido en 41% los casos positivos; además han disminuido las hospitalizaciones en 31% y el casos graves de COVID un 24%.
Asimismo se ha observado que el número de ingresos a Hospitales ha caído con mayor velocidad en la ciudades con personas más vacunas.
Parece haber consenso. Gabi Barbash, experto en salud pública también del Weizmann, explicaba en France 24: “Sabemos que las vacunas están haciendo decrecer la incidencia de la enfermedad grave”. Para el virólogo Florian Krammer, como dice en Nature, «son signos tempranos y esperanzadores de que la vacuna está funcionando en la población».
Los resultados en Israel vienen a corroborar lo que ya sabíamos por los ensayos clínicos: que las vacunas evitan que las personas enfermen. En esas pruebas han demostrado unos niveles de eficacia que son espectaculares. Es algo que, creo, no hemos subrayado suficiente:
*Tres vacunas reducen los casos sintomáticos a la décima parte: las de Moderna (95%), Pfizer (94%) y Sputnik (92%). La inyección de AstraZeneca tiene una eficacia del 76% y la de Johnson & Johnson del 66%. Ese dato parece peor, pero es bastante bueno.
*Además, el ensayo de Johnson & Johnson demuestra otra cosa: la vacuna evita el 85% de casos graves de COVID.
*Las vacunas protegen de enfermar de gravedad (al menos contra las cepas que circulan).
Otra buena noticia es que las vacunas probablemente reducen la transmisión del virus, lo que contribuirá a frenar los contagios.
Hace ya semanas que el epidemiólogo Marc Lipstich, de Harvard, escribió diciendo que esto era lo que esperaba que ocurriese:
“Es muy probable que las vacunas existentes, muy eficaces contra las infecciones sintomáticas, también contribuyan a reducir la transmisión”. Su expectativa era que la redujesen en un 50% o 70%, lo que parece preciso.
Este último dato es una buena noticia, pero solo a medias. Las vacunas ofrecerían una «protección parcial contra infectarte y transmitir el virus». La palabra clave es «parcial». Lipstich explicaba que, con ese 50%-70% de protección, lo más probable es que la vacunación no baste, por sí sola, para prevenir la transmisión sostenida de la enfermedad. Es decir, que estaríamos protegidos de enfermar —que será algo fantástico— y el virus se expandiría más despacio, pero la inmunidad de rebaño que conseguiríamos no sería suficiente para suprimirlo.
Esa y otras incógnitas hacen imposible predecir cómo acabará esta crisis. No sabemos si el virus desaparecerá o si alcanzaremos algún equilibrio endémico, por ejemplo. Son preguntas para los próximos meses. Mientras tanto, haremos bien en celebrar este nuevo éxito: ya hay países donde las vacunas están salvando de enfermar a miles de personas vulnerables.
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