Por Israel Tolentino
La obra del artista Yadegar Asisi titulada: “360º Panorama Dresden” te impacta de tal manera que uno sale de ella con la cabeza dando vueltas y preguntándose con espanto ¿todo esto es capaz de realizar un ser humano? La ciudad de Dresden estando rendida en la Segunda Guerra Mundial fue bombardeada inmisericordemente dejando el 70% de sus construcciones en el suelo, sino se vieran las fotografías de entonces, uno pensaría que tal bombardeo no sucedió. Yadegar Asisi recrea ese momento y nos deja el cuerpo destemplado y la incierta la frase: SER HUMANO y la acepción “degradado”.

Estamos en momentos de existencia y convivencia incomprensibles, tanto desarrollo científico y tecnológico, empoderamiento de las artes, la literatura, música y cine, arquitectónica espacial… La mejor de las tecnologías para la incomunicación. El James Webb navegando insensatamente, tal vez, en algún momento cuando envíe sus increíbles pesquisas fotográficas no tenga a este receptor.
Uwe y Uta Schröder, cada año recorren uno o dos nuevos países, ciudades, pueblitos polvorientos y sin señal; se alojan en un hostal de clase media, se alimentan como el común de los pobladores, caminan y toman fotografías, conversan con la policía, el mototaxista, el ambulante, el agricultor… A veces una semana a punta de plátanos como cuando anduvieron de las selvas de Madre de Dios hacia Pucallpa, caminando y deslizándose en un peque peque o pernoctando en una carpa y mucha paja seca a 20 grados bajo cero en las estepas siberianas en Rusia; un hotelito modesto en Tucumán, la ducha fría de Huácar, el calor seco de Marruecos, el mercadillo en Medellín, las baratijas en Tepito ciudad de México, trotando en El Agustino, un campo de concentración, la tumba de Kafka, los abrazos en un cementerio francés de caídos en la Segunda Guerra Mundial…
Ellos viven para la paz física, mental y espiritual. En términos contemporáneos se pueden denominar artistas activistas, pero no son los que arrojan tomates a una pintura en un museo para ser visibilizados. Realizan sus acciones en un profundo silencio y anonimato. Concientizar a los niños para una cultura de paz; cambiarles sus pistolas de juguete por pelotas cuando están jugando a las guerras frente a una iglesia en Medellín o canjearles por otro balón el globo con forma de tanque de guerra en Moscú.

Uwe un poquito más que Uta, parte a veces a viajes en solitario, antes que estalle la guerra interminable de Rusia contra Ucrania, él, tendió su carpa y bolsa de dormir por dos noches frente a la embajada de Rusia en Berlín pidiendo la liberación de un líder ucraniano apresado injustamente, salvado de la muerte en cárcel. Acción que puso en riesgo el sosiego familiar y profesional, la comodidad con que podría estar teniendo viajes de placer y vagancia.
El mundo como va, el verbo “cambiar” a migrado a problema filosófico; han convertido la aldea global en un establecimiento bancario con intereses y empeños de almas (seguro siempre fue la intención); las ciencias y humanidades parecen instrumentalizadas para ese fin. Cada noticia propalada en nuestra cara pelada nos dice que es cándido creer que los ideales de liberté , égalité et fraternité, ayer referidos para las masas y hoy para la minúscula porción de poderes fácticos que sentimos todos y no sabemos quienes son, invisibles como Dios y más omnipresentes que él. Somos fichas de una partida de ludo sin orden, inteligencia y objetivo, a la suerte, a lo que los dados la fuerza y la gravedad decidan.

Uwe es un artista que junto con Uta, revisten a su vidas en locas acciones por mejorar un poquito el mundo por donde transitan, al menos esos lados; no consideran el cubo blanco que guía el mundo del arte como final de su “reflexión artística”, todo lo contrario, han hecho del arte la herramienta que les permite llegar a la persona (s), a ser parte de la acción, de un instante de intimidad. Se juegan la vida en cada viaje, en el encuentro con el otro, en la forma de evidenciar el mensaje. Uwe suele repetir con cierta sorna “todo es arte “no están lejos se esa reflexión de su compatriota Joseph Beuys.

Uta y Uwe en los andes y amazonia del Perú han pasado largas temporadas y lo mismo en otros lugares del planeta, han sembrado plumas para las alas de la paz, con gestos palpables donde sus manos saben sanar heridas, devolverle la humanidad al olvidado (Prusia, octubre 2023).