Denesy Palacios Jiménez (*)
La actual crisis interna exige urgente señalamiento de un camino de salida, y saber con certeza cuál es nuestro destino, así como la unión de todos l@s peruan@s, pero esta unión no quiere decir sumarnos a lo que tradicionalmente se viene haciendo, sino significa escuchar las demandas de los sectores populares que claman por justicia histórica; algo que se les ha arrebatado y que esta república impuesta por criollos (con mentalidad extranjerizante) no ha sabido escuchar, y se ha impuesto dejándose absorber por el mercado mundial, sin importarle nuestra patria, nuestro territorio, ni nuestra nación. Es por ello que surge como insustituible saber hacia dónde debemos encaminarnos, qué derrotero seguir de inmediato y qué destino tendremos que fijar, para los que vienen tras de nosotros, y nos exigen desde ya, no la improvisación, ni el cretinismo descarado de quienes nos gobiernan, al no pensar en los valores, sino solo en el poder y para ello acuden a la corrupción.
El Perú, es uno de los pueblos con más rica historia en esta América, y somos herederos de una gran cultura andino amazónica que nos llena de orgullo, y además, ricos en recursos naturales que nos hace pensar en un país mega diverso, por lo que urge la necesidad que se conozca así mismo; un pueblo que hace lo que quiere y quiere lo que debe, ese es el punto de partida, y es lo que quisiéramos escuchar en el discurso presidencial.
En esta fecha, ad portas del Bicentenario, como no recordar a todos aquellos que han contribuido a brindarnos la patria libre y soberana que hoy tenemos; desde Illa Túpac, -orgullo de los huanuqueños por ser uno de los primeros en gestar movimientos independistas en 1539- hasta los criollos extranjeros venidos del norte y el sur, porque sabían que mientras el Perú no estuviera libre iba a ser difícil que América del Sur lo fuera. Es importante recordar que las batallas de independencia de América del Sur, fue costeada en su gran mayoría por el Perú. Es decir, nuestra elite gobernante desde sus inicios, no se identificó con la nueva República formada, sino que primaron los intereses de clase y la ambición del poder, asumirían las transacciones comerciales con el extranjero convirtiéndose muchos de ellos en los exportadores o intermediarios.
En estos 198 años de vida republicana, debemos evaluar si hemos superado los problemas que nos afligían desde los inicios y que sabiamente J. C. Mariátegui los presenta en sus” 7 Ensayos de la Realidad Peruana”. Hoy los problemas más álgidos son la corrupción, la inseguridad y la falta de visión de desarrollo que no genera trabajo para los peruanos; no olvidemos que contamos hasta un Ministerio de Desarrollo e Inclusión social.
Según Antonello Garbi, el Perú es un país hecho a pulso de hombres y no por la naturaleza. Los caminos recrean la vida en diferente forma. Un país nacido de la mente, de la visión y del brazo pujante de quienes han trabajado tenazmente sus comunicaciones, más no del ciego diseño de oscuras fuerzas telúricas.
Es decir si supiéramos y comprendiéramos la filosofía y cosmogonía andina, entenderíamos y valoraríamos esta gran riqueza del saber. La razón de nuestra vida (Kausay) en este mundo visible y objetivo es la Evolución Ontológica (Wiñay), sin la cual nuestra vida no tendría sentido. Esta evolución es integral, es en todos los planos de la existencia. Este Kausay se basa en las 3 leyes: Yachay–Aprender, Munay–Amar, Llankay–Trabajar, cuyos principios transmitidos oralmente determinan la misión en la propuesta estratégica de desarrollo sostenible y son: AMA QELLA (sé laborioso), AMA SUWA (sé honesto), AMA LLULLA (sé veraz) y AMA HAP’A (sé fiel y leal). Aquí está la respuesta que nos permitiría desarrollarnos sosteniblemente. Cuanta sabiduría que nos han legado nuestros antepasados, y no sabemos aprovecharla, nuestra educación debe centrarse en rescatarla.
No olvidemos que nuestra historia no es como nos la contaron los criollos y españoles, tenemos veinte mil años de vida precolombina, trescientos años de colonización vía virreinato, y los ciento noventa y ocho años de vida republicana.