Starmer, con una carta del Rey Carlos, fue recibido en el entorno de Trump.

La diplomacia entre naciones, especialmente entre potencias, a menudo se teje con hilos de simbolismo y gestos calculados. El encuentro reciente entre el Presidente Trump y el Primer Ministro Starmer parece haber seguido esta pauta, donde la sombra del Rey Carlos III jugó un papel inesperado.

Según la investigación publicada por The New York Times, aunque el monarca no estuvo físicamente presente en la Oficina Oval el jueves por la tarde, su influencia se sintió con fuerza durante la reunión entre el Presidente Trump y el Primer Ministro Keir Starmer. La discusión, aparentemente centrada en la tensa situación en Ucrania, pareció más un intercambio cortés entre dos cortes reales del Renacimiento.

Desde el momento en que el Sr. Starmer sacó una carta grabada de su bolsillo y la entregó al Sr. Trump, invitándole a realizar una visita de estado a Gran Bretaña, la anticipación que rodeaba la reunión se disipó en un ambiente más cordial, aunque quizás menos trascendental. Es crucial recordar que las relaciones entre Estados Unidos y el Reino Unido han sido un eje central de la geopolítica occidental desde la Segunda Guerra Mundial, consolidando alianzas estratégicas y económicas fundamentales.

El Presidente Trump, tras leer detenidamente la misiva de dos páginas, firmada con un «Charles R» en una caligrafía audaz y de gran tamaño, similar a la que él mismo utiliza para firmar órdenes ejecutivas, no escatimó elogios para el monarca, describiéndolo como «un hombre hermoso, un hombre maravilloso». La fascinación del Presidente Trump por la realeza británica no es un secreto, habiendo manifestado en múltiples ocasiones su admiración por la pompa y el protocolo asociados a la monarquía.

El Primer Ministro Starmer se encargó de subrayar la singularidad diplomática que representaba la invitación: el Presidente Trump es el primer líder electo en la era moderna en ser honrado con dos visitas de estado al Reino Unido. “Esto es realmente especial”, declaró Starmer ante la prensa. “Esto nunca ha sucedido antes”. En 1954, la Reina Isabel II fue invitada a una visita de estado a los Estados Unidos durante la administración Eisenhower, lo que demuestra la larga tradición de intercambio de lazos entre ambos países.

Sin embargo, tras la fachada de cortesía diplomática, se percibe una estrategia calculada. El Primer Ministro Starmer parece haber utilizado la fascinación del Presidente Trump por la realeza como una herramienta para ganarse su favor, una táctica que, aunque poco ortodoxa, podría resultar efectiva en la consecución de objetivos políticos más amplios. La monarquía británica, aunque constitucionalmente neutral, sigue siendo un poderoso símbolo de la identidad nacional y un activo diplomático invaluable.

Es importante notar que la monarquía británica, aunque carece de poder político directo, ejerce una influencia considerable en la opinión pública y en la percepción internacional del Reino Unido. Este uso estratégico de la monarquía podría interpretarse como un intento de reforzar la relación bilateral entre Estados Unidos y el Reino Unido en un momento de incertidumbre geopolítica. Después de todo, el «LONG LIVE THE KING!» que el Presidente Trump publicó en redes sociales tras suspender el programa de tarificación de congestión en Nueva York, refleja su afinidad por la imaginería real.