Por Luis Barrueta

Con el reciente auge de la ética empresarial surge una curiosa ironía: cuanto más arraigada se vuelve la disciplina en las escuelas de negocios, más desconcertante, e incluso desagradable, les parece a los gerentes reales.
Los signos del auge están por todas partes. Actualmente se imparten más de 500 cursos de ética empresarial en los campus estadounidenses; al menos 16 centros de investigación de ética empresarial están ahora en funcionamiento, y se han establecido cátedras de ética empresarial en distintas universidades y escuelas de negocios destacadas en el Perú y en el mundo.
Y, sin embargo, sospecho que el campo de la ética empresarial es en gran medida irrelevante para la mayoría de los gerentes. No es que sean hostiles a la idea de la ética empresarial. Encuestas recientes sugieren que más de las tres cuartas partes de las principales corporaciones están tratando activamente de incorporar la ética en sus organizaciones.
Los gerentes agradecerían asistencia concreta principalmente con dos tipos de desafíos éticos: primero, identificar cursos de acción éticos en situaciones difíciles de áreas grises; y, en segundo lugar, navegar por aquellas situaciones en las que el camino correcto está claro, pero las presiones institucionales y competitivas del mundo real desvían incluso a los gerentes bien intencionados.
El problema es que la disciplina de la ética empresarial todavía tiene que proporcionar mucha ayuda concreta a los gerentes en cualquiera de estas áreas, e incluso los especialistas en ética empresarial lo perciben. Uno no puede dejar de notar con qué frecuencia los artículos en el campo lamentan la falta de dirección o el mal ajuste con los problemas éticos reales de los gerentes reales.
¿Qué pasa con la ética empresarial? Y lo que es más importante, ¿qué se puede hacer para corregirlo? Los textos revisados aquí arrojan luz sobre ambas cuestiones.
Señalan el abismo que existe entre la ética empresarial académica y la gestión profesional y sugieren que los propios especialistas en ética empresarial pueden ser en gran parte responsables de esta brecha.
Demasiados especialistas en ética empresarial han ocupado un terreno moral enrarecido, alejados de las preocupaciones reales y los problemas del mundo real de la gran mayoría de los gerentes.
Han estado demasiado preocupados con nociones absolutistas de lo que significa que los gerentes sean éticos, con críticas demasiado generales del capitalismo como sistema económico, con teorizaciones densas y abstractas, y con prescripciones que se aplican solo remotamente a la práctica gerencial.
Tales tendencias son aún más decepcionantes en contraste con el éxito que los especialistas en ética en otras profesiones (medicina, derecho y gobierno) han tenido al brindar asistencia real y bienvenida a sus profesionales.
Conceptos como: moderación, pragmatismo, minimalismo, son palabras nuevas para los especialistas en ética empresarial. En cada uno de estos nuevos enfoques, lo importante no son tanto los análisis prácticos que se ofrecen, sino el compromiso de conversar con gerentes reales en un lenguaje relevante para el mundo que habitan y el problema que enfrentan. Esa es una comprensión de la ética empresarial que merece la atención de los gerentes.