POESÍA REUNIDA

Por Arlindo Luciano Guillermo 

Conocí afortunadamente a Samuel Cárdich en 1986. Éramos en la universidad un pelotón de jóvenes lectores, hasta más no poder, de literatura, bebedores frecuentes para conversar de lecturas, libros, proyectos y creación literaria. Sabíamos que integraba la Agrupación Cultural Convergencia; eso nos hacía privilegiados. Ese año había publicado Hora de silencio que representa un punto de quiebre en la creación poética de Huánuco. Desde entonces no solo se podía leer a Vallejo, Neruda, Lorca o Heraud, sino también a Cárdich. Generosamente me obsequió su primer poemario. Lo leía una y otra vez. El poema “La casa” lo repetía sin descanso. Ahí supe que Samuel Cárdich era un poeta cuyo talento y oficio se corroborarían años después con la publicación de más libros. Su amistad siempre fue sincera y de mutuo aprecio.  Por él leí, a tiempo, en el momento de mayor pasión y voracidad por la lectura y la poesía, Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud, Las flores del mal de Charles Baudelaire y Gambito de caballo de William Faulkner. Fue una epifanía literaria y de escritura. Éramos feligreses y devotos a ultranza de la poesía. Me sugirió que leyera todo lo que pudiera. Hoy, sin duda, Samuel Cárdich es el poeta mayor, el más prolífico, el que mejor evidencia un trabajo literario consistente, afiatado y trascendental, el referente de la poesía desde la tierra de Amarilis y Esteban Pavletich en la literatura nacional y continental. Creo que nunca deja de escribir a pesar de apremios y adversidades.

Samuel Cárdich es, fundamentalmente, un poeta cuajado en el yunque de la escritura infatigable, con estilo personalísimo e identificable a leguas, ingenioso arquitecto del poema, de lenguaje sobrio, de sencillez proverbial, a veces hermético, y connotaciones ligadas a la familia, la madre, tía, esposa, la vida, el dolor individual y colectivo, la defensa del medio ambiente y la admiración de artistas universales. Como Jorge Luis Borges es un escritor ambidiestro: escribe poesía con tanta habilidad, talento y performance que prosa. Samuel Cárdich ha escrito poesía, cuento, relatos infantiles y novela. Tiene en su haber nueve poemarios.

Acaba de aparecer Poesía reunida (Edit. Ámbar, 2022. Págs. 354) que reúne siete poemarios de Samuel Cárdich desde Hora de silencio (1986) hasta Memoria del dolor (2020); además, incluye un estudio revelador y exhaustivo de Ronald Mondragón Linares, también poeta y crítico literario. Cárdich luce talento y creatividad desbordantes, pero también es prolífico. ¿Algún poeta coetáneo o de las generaciones anteriores y actuales ha publicado más poemarios que Cárdich? Los siete libros suman más de 200 poemas, incluido Heredar la Tierra y Lira de los colores ilustres. Yo creo que Cardich ha colocado una valla gigante de la creación poética en Huánuco; sin ningún complejo provinciano se ubica entre los mejores poetas contemporáneos del Perú. El estudio preliminar “La poesía de Samuel Cárdich” atina en apreciaciones y valoraciones sobre el proceso creativo de la poesía de Cárdich. La conclusión a la que llega Mondragón es muy relevante y una puerta abierta para mayores hallazgos: “Para una compresión aproximada a la obra poética de Samuel Cárdich se debe tener en cuenta, a mi juicio, tres momentos o etapas que definen su evolución: 1. Etapa de conflicto. 2. Etapa de cenit. 3. Etapa de síntesis. En el desarrollo de estas fases, resulta crucial una obra que actúa como un “eslabón clave”, “Último tramo”, sin la cual no fue posible el salto hacia lo que he llamado “etapa cenit”. (Pág. 24).  

Los siete poemarios de Poesía reunida permiten, al lector diletante y al crítico literario, explorar y aquilatar estilos, técnicas, fases, temas y la construcción de un universo poético propio de Samuel Cárdich. Hay temas del entorno familiar, experiencias muy personales, propuestas estéticas, poesía hermética y exenta de retórica y excesos verbales, pero sí de coloquialismo y musicalidad (así lo advierte Mondragón) sin atisbos de ideología y propaganda política, testimonial (Blanco de hospital), homenaje a la amistad y el sentimiento amoroso (“Los amigos y las rosas”). Aún queda pendiente en la poesía de Samuel Cárdich el referente paternal, ausente hasta hoy. En la poesía de Cárdich están presentes tres mujeres que han dejado huella indeleble en los versos y en la vida del poeta: la tía María Arteta Falcón (Hora de silencio), la madre Arsenia Ampudia Falcón (De claro a oscuro) y la esposa Georgina Carrasco Rivera (Memoria del dolor). Dice, en “Algunas palabras” de Memoria del dolor (Ediciones Condorpasa, 2020): “… tuve la fortuna de compartir de manera estrecha la vida cotidiana de seres profundamente humanos, que poseían una generosidad desbordante que las llevaba a darme su tiempo y dedicación con el mayor desprendimiento, muchas veces al olvido de sí mismas”.  

Soy lector recurrente de Samuel Cárdich.  Cuando me anuncia que le ha llegado “su nuevo libro”, que aún huelle a tinta de imprenta, dejo todo y voy apresurado; recupero la ecuanimidad cuando tengo el libro en mis manos y empiezo a leerlo donde sea. A mí no “me gusta” la poesía de Cárdich ni me “parece interesante”; me devasta emocionalmente el lirismo profundo de los versos (“Tengo el corazón hundido  /  en un  lago de penumbras,  /  la memoria sitiada  /  por los ecos insomnes de la ausencia, “; me conmueve hasta la empatía solidaria y el llanto cómplice los poemas “La madre” y “El hijo”, soberbios monólogos que no dejan indiferente ni ajeno al lector (“Como un soldado raso me tienes a tu orden  /  y yo vuelvo desgreñada,  /  azotada por los sables,  /  y sangro para que se restañen tus heridas”.); admiro su talento, fecundidad, versatilidad y sinceridad para construir y crear poesía con palabras hechas en un torno de alfarero (“Escurridiza belleza y verdad similar a la arcilla”), imágenes cromáticas y en movimiento e intensidad artística. Samuel Cárdich es un poeta hecho en el trabajo diario e infatigable, la lectura permanente, la corrección obsesiva y el destino definido. Para él, la literatura es una vocación de libre elección; la poesía, el motor de su existencia ciudadana.