Por: Hugo L. Arias Hidalgo
Luis Pajuelo Frías (Cerro de Pasco, 1947), exdocente universitario, editor, crítico literario, poeta, como nadie ha bregado por la cultura en Cerro de Pasco. Ha dirigido la memorable revista Estribo de plata; no obstante, en su haber, entre otros, también figura el señero poemario Oro y cenizas. El libro se editó por vez primera el año 1983 bajo los auspicios de “Labor”; su segunda edición la promovió, 20 años después, la Municipalidad Provincial de Pasco, el año 2003, y la reimprimió en 2004. En esa edición los poemas del texto van acompañados de hermosos dibujos del afamado pintor cerreño Carlos Palma Tapia. Este poemario, Pajuelo lo concibe a contrapelo de la nostalgia por los buenos tiempos de Cerro de Pasco, si es que alguna vez lo tuviera. El poeta refuta la vacuidad de esa idea, y confronta una verdad indubitable: la urbe minera se desliza desde hace tiempo, como ningún otro pueblo, por el declive del fin. A pesar de todo aquello subsiste, entre páginas del libro, un halo de nostalgia.
Este libro es una suerte de punto de inflexión en la poesía cerreña, pues a diferencia de los trazos poéticos anteriores en ámbitos cerropasqueños, Oro y cenizas asimila y muestra nuevas fórmulas para concebir la poesía. El eje principal de ese poemario lo constituye el dramático historial de Cerro de Pasco, y es, a la vez, una reflexión sobre la perentoriedad de los eventos humanos. El título resulta significativo para graficar ese punto. En el texto, que funge de portal de este libro, el yo poético retorna a la ciudad en decadencia, y a partir de allí poetiza, entre otros, el origen de la urbe minera, la muliza, la Columna Pasco, los carnavales, y continúa con una reflexión sobre el destino de la urbe y sus eventuales habitantes. El texto no está exento de las dosis de crítica social ni de sutil ironía.
Ubiquémonos entre bastidores de esta obra, y desmontemos algunos artilugios que la conforman. En este libro, en varios tramos, el autor recurre a los registros de la poesía narrativa o del poema conversacional, por la ductilidad que les son inherentes, permiten abordar un amplio registro temático, es el caso del poemario objeto de nuestra auscultación. El libro se concibe al influjo de la vigorosa poesía norteamericana, especialmente de la poética de Carl Sandburg, autor del célebre Poemas de Chicago. Es ostensible la influencia de esa poesía en el libro de Pajuelo, y va desde las imágenes, la forma en como organiza sus formas poéticas, el léxico coloquial, y llega a ciertos tópicos.
Reparemos en estos versos de Sandburg y en el de Pajuelo en cuanto a la utilización de las denominadas “líneas largas” aunadas a “líneas complementarias” precedidas por una sangría:
El gobierno…tuve noticia del gobierno y salí en su busca.
[…]
Muere el gobierno como mueren los hombres que lo forman, y que
van a dar con sus huesos en sus tumbas, y el gobierno
que lo sucede es humano, está hecho de latidos, de sangre
de ambiciones y lujuria […]
[El gobierno]
[…]
En el crepúsculo, un obrero dibuja
una muliza
bajo un foco amarillo;
no cantan las mujeres y los niños abrigan
sus sueños y sus manos
en un fogón sin leño.
[…] [Al principio]
En el poemario también se percibe la influencia de Edgar Lee Masters y su Antología de Spoon River, en el texto citado varios difuntos relatan sus existencias pasadas; similar procedimiento utiliza Pajuelo en la sección denominada “Lago de Minos” donde finados recrean sus biografías: un prestamista, un obrero, una prostituta, un cura, etc.
Empero resulta de capital importancia el influjo de Jorge Manrique, de su poema clásico, “Coplas por la muerte de su padre”, texto que aborda reflexivamente la muerte y la temporalidad de la vida. La influencia de ese poema manriqueño es básicamente sobre la temática principal, en algunos tópicos y alcanza a algunas imágenes. Veamos ejemplos de cómo nuestro autor recrea algunos tópicos: el siguiente fragmento configura el tópico denominado Omnia mors [todos fenecen]: / Nosotros dimos la vida y el Reino se llevó / la riqueza. / Monarca… ¿Hasta dónde se prolonga tu codicia? / Monarca… Tu trono fue mordido por la ruina/ y tu cetro se convirtió en polvo, / has muerto para siempre […] (p.35). El otro tópico que figura es el denominado Fortuna mutabile [la fortuna cambia]:/ Me extravié en las alturas del desprecio. Conocí el poder, creí perte-/ necer a la estirpe de los inmortales. Los peones se hundían en las minas/ y una retahíla de indígenas asistían mi casa./ […] / En el pago, alguno de mis antiguos operarios me pone una/ moneda entre las manos y bebemos aguardiente./ […] (p.51). Y el siguiente tópico alude al denominado Tempus fugit [el tiempo huye]: / Volveremos convencidos que la vida/ es un primoroso sueño,/ que dura el instante en que el espejo/ nos refleja, / y que vale/ lo que queda después que el viento/ se haya contemplado/ en el espejo./ (p.60). El otro tópico se refiere al Contemptus mundi [la futilidad del acumular riquezas y otros]: / Nos regalaste halagos y edictos:/ “Ciudad Real de Minas”, “Villa de Oro/ y Plata”,/ […] / ¿ En qué pared se oxidan, como placas/ de bronce/ los edictos reales? …/ (p.71).
Con este libro de poemas tributario de lo clásico y de la poesía relativamente contemporánea, muestras de la amplia cultura del autor, la esmirriada biografía de la poesía cerreña se insufló de nuevos aires: en cuanto a los tópicos, las formas, y de un tema insoslayable: el acabamiento de la urbe minera. Aunque, en ese ámbito culturalmente desangelado, pocos hayan reparado en la valía de ese aporte. Sin embargo este poemario de Pajuelo ha prestigiado a las letras cerropasqueñas, y también ha brindado una estupenda lección de poesía: Oro y cenizas.