MONA Y THEO, LA NUEVA VIDA

Israel Tolentino

Por Israel Tolentino

El arte en estos tiempos, felizmente ha roto barreras, estereotipos y demolido mitos, que aunque muchos sigan venerando, se puede afirmar, que son conceptos “mejorados”. Mejor dicho, se han quebrado fronteras y ampliado las mismas, con el tenor de suprimirlas definitivamente y, que los únicos límites que tengamos que borrar sean los mentales. En Huánuco se anda incubando, sobre todo, añadiendo al menú tradicional, un inquirir más amplio sobre lo nuestro, sobrevivir en estado artístico, eso que está presente, allí, entre nosotros y lo hemos ojeado despectivamente o devaluado; claro es, que entender esas nuevas miradas, será tarea difícil, mucho más en un ambiente conservador como el nuestro.

La confusión entre arte y artesanía, donde a decir de mi querido amigo Alfonso Castrillón:” tienen en el Perú un punto de quiebre con la dación del premio Nacional de Cultura al maestro Joaquín López Antay en 1975”, desde entonces, al menos, en los círculos estudiados, la visión del arte más allá de las Escuelas, ha sido una premisa asumida como positiva en el mundito artístico, en el establishment. Por otra parte, con altibajos, pero con un saldo positivo para el arte y los artífices, como diría Gustavo Buntinx, usando este término para englobar a los artistas académicos y los hechos en los caminos de la tradición y fuera de las cuadradas aulas. Recordar eso para darnos cuenta que acá en Huánuco, recién en estos años, podemos hablar, sin que la lengua se trabe, que Lucía Agapito y María Torres son tan artistas o artífices como Ricardo Flórez y Oswaldo Sagástegui.

Mona y Theo, como ellos desean ser llamados, son esa rareza que más adelante nos representarán como “artistas germinales” de un momento en que nuestro medio necesita una oxigenación, ir un poco más allá, mostrarnos que aunque carezcamos de academias y escuelas y la pauta artística haya estado dada por artistas con sentir decimonónico, hay una oleada joven, como Mona y Theo, que sin darse cuenta, están aportando en la reflexión artística, con su forma de vivir, incluso, sin exagerar, estamos en un momento positivo, que nos debe invitar a reflexionar, a quitarnos la venda que dice que todo está hecho, de escaparse de la zona de confort.

En Tomaykichwa, justamente al medio entre los restos de Ricardo Flórez y el paisaje que le robó la vida: Armatanga, Chinchubamba, Quepapuna, etc. Se ubica la casa de Mona y Theo, el paraje se conoce como Warmi Ragra (genitales femeninos) no es casual, pues una mujer lidera el bastión hecho a pulso y puño limpio, primero. Mona, estableciéndose con su carpa y poco a poco con sus amigos voluntarios (valga la aclaración, Theo fue uno de esos voluntarios) fue dándole forma a este ideal de vida. Si bien está localizada en Tomaykichwa, que como va el desornamiento poblacional será en pocos años extensión de Huánuco, la casa emplazada en la quebrada propone desde su localización y la vida de sus constructores, arte que va más allá de la fabricación de artefactos culturales (palabra de César Ramos), sin jactarse de escribir manifiestos y otras macanas. Ayuda a esto el saber que ellos, nunca se propusieron “ser artistas” seguro tampoco ahora, pero lo que se ve en sus vidas y actuar es más que suficiente para ubicarlos en ese inicio de la práctica del arte y la vida como una unidad planteada ya en el mundo andino, en la vieja Bauhaus… En este despertar regional, ver en la tradición y modernidad una salida a la crisis perenne de no saber que hacer.

Mona ha estudiado con ahínco con muchas mujeres los textiles regionales, su tarea es abarcar todos los rincones de Huánuco, eso tengo la seguridad que lo hará, ese tiempo oculto de estudio personal entre los caminos polvorientos y los retornos a pie a casa van dando  sus frutos, es hoy en día parte de las mujeres de “trenzando fuerzas”, colectivo emplazado en la capital, lugar donde interactúan artistas y artesanas, todas creadoras visuales, mujeres renovadoras, valiéndose de la fuerza comunitaria  aportando cambios, nuevas sensibilidades, pequeños gestos puestos al servicio de su entorno inmediato. Theo, ha llegado a apoyar como voluntario este emprendimiento de vida y ha terminado enamorándose del ideal, de Tomaykichwa y de Mona. Sostiene con la práctica de la alelopatía y la agricultura una casa autogestionaria con cero contaminaciones y un espacio dirigido a ser autosostenible, liberador de la conciencia y del cuerpo citadino. Trabaja la tierra y plantea en ella un modelo tradicional indagando en la simbología andina, chaccha y carga la alfalfa en su manta, conoce bien la buena shacta y mientras cuelga hojas de tabaco, la masa madre para el pan descansa al ritmo del rumor del riachuelo.

Si el arte no transforma la vida, su función está limitada, o es como uno caminando de un pie, con la autorización de Mona y Theo, compartimos la invitación a los artistas a visitar este centro germinal de producción artística y transformación mental, sobre todo de vida. (Amarilis, abril 2022)

Mona Dandole Forma A Una Tecnica Paracas      Theo El Investigador De La Alelopatia