LUNES

Por Jacobo Ramirez Mayz

Hoy es jueves, y no es que me haya puesto los húmeros a la mala, como diría Vallejo, sino que estoy pensando en el lunes que pasó y en los que vendrán.

Para muchos de nosotros, el lunes es el primer día de la semana que es laborable y, después de un merecido descanso dominical, casi nadie quiere que llegue.

El domingo, palabra que proviene del latín dominicus, es el séptimo día litúrgico, y es el día del Señor. Seguramente por eso descansamos ese día, como diría mi madre, a patas abiertas. Ese día dormimos un poco más de lo acostumbrado, vemos una película en familia. Algunos asisten a misa; otros, a sus cultos; otros más hacen compras en los mercados, cocinan y comen juntos. El domingo es aprovechado también, después de haber trabajado los seis días de la semana, para jugarse, con los patas de siempre, un partidito de fulbito  en algún campo con gras sintético o de “fulvaso” en alguna cantina vecina;  otros optan por salir al campo en familia o realizar otras actividades que los desestresen.

El domingo es el día más esperado, el más deseado. Es el día que precede al sábado, en el que algunos, con justa razón, duermen la mona felices; es el día para despacharse, como dice mi hermano, un buen “cevillano”. Para muchos cristianos, es el día de descanso (aunque algunos descansen los siete días de la semana).

Pero es el día más corto, porque en la mayoría de los hogares termina a las seis de la tarde, ya que al día siguiente es lunes, y, pensando en ese día, el domingo muere cada semana, sin antes haber  planchado la ropa que el día anterior lavaron, o preparar los documentos que llevaremos. Los hijos, en tiempos de estudios, hacen las tareas que algunos profesores sádicos que quieren joder el domingo a los estudiantes dejan en cantidades insospechadas. En fin, eso y muchas cosas más matan el domingo esperado cada semana.

Al día siguiente, cuando suena el despertador a la hora programada, seguramente muchos, como yo, maldecimos a quien lo inventó, y, si es un gallo el encargado de dicha tarea, quisiéramos que con él hagan ese día un buen caldo. Sin embargo, el deber nos llama. Dejamos de soñar, nos estiramos y abrimos poco a poco nuestros ojos legañosos.

Después del desayuno, algunos se dirigen de mala gana a estudiar, y otros, con la cara entristecida, al trabajo, donde tenemos que ver la cara hinchada del jefe, la jeta de la secretaria, la mirada maliciosa del guardián. Después a enfrentarse con los papeles, los que laboran con ellos; con los alumnos, los que son profesores; con los peones, los albañiles. En fin, siempre hay alguien a quién enfrentarse. De modo que no nos queda más que pensar en los días que vendrán. Seguramente hasta los santos en vida ponen mala cara ese día.

Ese primer día, si fuera así como lo estamos considerando, incluso Dios trabajó poco, ya que solo se dedicó a separar el día de la noche. Por mi parte, estoy más que seguro de que, desde ese momento, Él esperó llegar al día de descanso con ansias.

A diferencia del domingo, el lunes es el día no esperado por muchos. Seguramente será por eso que muchos ese día toman como descocidos. Incluso es un mal día para morirse, porque los que van a ir a tu velorio ni chacchar tranquilos van a poder, ya que estarán pensando en el trabajo del día siguiente.

En temporada de elecciones, si un candidato propusiera que durante su gobierno los lunes serán feriados, estoy seguro de que saldría ganador y elegido por más de la mitad de los votantes.

Eso es el lunes. Y si eso lo hubiera sabido Dios, hubiera dicho en el Génesis a la mujer: «Parirás con dolor a tus hijos»; al varón: «Comerás con el sudor de tu frente»; y a todos: «El lunes pondrás cara de perro».

Las Pampas, 23 de noviembre de 2023