Lucía Agapito Fanán.
Escrito por Israel Tolentino
Muchos años ya, desde esa primera vez que visité el museo Amano, en Lima. Había pasado tantos años por esa calle y esa tarde decidí parar y entrar, fue el momento oportuno, una exposición de obras de tejido, ganadoras del premio Michell se mostraban como lo mejor de la temporada. El premio lleva muchos años y es de convocatoria nacional. Las salas del museo estaban mostrando los tejidos ganadores de los últimos años del concurso nacional. Como alguien que ve un espacio nuevo, empieza a darle vueltas y conforme encuentra una obra que le llama la atención, se acerca y busca leer los datos, esto es, título y autor; mi sorpresa fue grande al leer en un tejido en especial: Huánuco en letras grandes y Lucía Agapito Fanán, como la artista que ocupaba ese primer premio junto a otros artistas ganadores en versiones anteriores; saqué la vieja camarita y le tomé varias fotos, sin contener la alegría que ese descubrimiento me provocaba. Regresé a Huánuco pensando en ese nombre y viendo la forma de conocerla, encontrarla. La noticia de ese premio, fui dándome cuenta que en la región no había sido difundido, incluso periodistas que cubren el “rubro” cultura, no lo sabían y menos conocían a Lucía, a parte de haber una confusión entre saber deslindar quien puede ser un artista y quien un artesano, tema de discusión nacional allá en 1975, cuando don Joaquín López Antay recibió el premio nacional de cultura.
Lucía, como los artistas de primera línea, es sencilla, mujer generosa y risueña, toma su vocación con tal naturalidad que es capaz de realizar otras actividades sin que estas distraigan su parte artística, se sabe en nuestro medio, que es un lujo dedicarse solamente a lo que nos sale natural, hay muchas veces que realizar actividades extra artísticas; Lucía enseña, cocina, hace de pastora, de horticultura, etc. El pueblo donde vive la mayor parte de días de la semana se llama Tambogán, lugar a una hora de Huánuco, con dirección nororiental, pueblo de pastores, agricultores y tejedores, a parte de un lugar con memoria viva, es tradicional en el pueblo el carnaval del Tinkuy, festividad que rememora la lucha contra los españoles dada en estos valles en 1812.
Lucía vive allí, a unos pasos de la cocina, un patio donde trabaja el telar y otro pequeño espacio para enseñar y mostrar lo producido. Los materiales base de su tejido son el algodón y la lana hilados por ella, con sus dedos de sabiduría inmemorial. Su comunidad y sobre todo ella, es la conservadora del tejido denominado la manta blanca, con cuya técnica obtuvo el reconocido premio Michell en la región de Arequipa. La manta blanca es para Huánuco, la técnica tradicional que pone el tejido regional, al nivel de destreza de otros aportes textiles nacionales. Se hilan el algodón o lana con una puchka especial en tamaño y peso, es tan fino el resultado que tranquilamente se puede comparar este tejido a una gasa o un manto Chancay. Lucía aprendió este oficio de su madre y abuela, cuenta que de niñas ya estaban moviendo la puchka para aprender a hilar, siendo corregidas con severidad y practicando con disciplina.
La manta blanca, cuando es terminada de elaborarse, doblada cabe en una mano y se le añade un borde como filigrana, conocida como sacsa, otro tejido en miniatura que hace sudar al ojo más entrenado al elaborarse y cocerse a los bordes de la manta; el peso de una manta blanca puede llegar a 100 gr. caber en un bolsillo y sobre todo, sabe atravesar con la elasticidad de una serpiente el aro para desposarse, por eso dicen en el pueblo de Tambogán, que cuando una joven lograba elaborar una manta blanca que pudiera traspasar un anillo, estaba lista para casarse.
El trabajo de Lucía Agapito, se inscribe en la tradición y modernidad, ella le da un nuevo aire al objeto tejido, busca que pueda ubicarse junto a la producción artística innovadora, sin perder su esencia, el sentido que para la memoria colectiva de su comunidad tiene el tejido de la manta blanca.
Encontrar su obra exhibiéndose en el museo Amano, dedicado al estudio y conservación de los textiles Chancay, fue un buen comienzo de esta amistad que se alimenta con el arte cada vez. Con estos pasos firmes, se espera nuevos bríos para la región, Lucía artista y siempre madre, junto con muchas mujeres tienen un largo camino empezado para fortalecer un acervo artístico original, que ha sabido sortear los momentos más difíciles y renacer entre los dedos de cada artista, que como Lucía Agapito, andan los sinuosos caminos de Tambogán, mientras sus dedos continúan moviendo la puchka donde van hilando su memoria. (Lima, mayo 2022).
Museo Amano. Manta blanca premiada en Ovillos de hilos de algodón y de lana.
el concurso nacional Michell.