LOS HERMANOS DOMINGUITO DE SEBASTIÁN MAGUIÑA

Por: Mario A. Malpartida Besada
De próxima presentación, Los hermanos Dominguito (Lima, Ediciones Rocinante, diciembre, 2016), de Sebastián Maguiña, se convierte en la primera publicación en el presente año, realizada bajo el auspicioso respaldo de una editorial huanuqueña. Maguiña, por su parte, no registra antecedentes literarios en nuestra región, sin embargo hace una ligera alusión a ella cuando explica el significado de “puru” en el contexto de su obra: “Envase hecho de un fruto de la cucurbitácea que se cultiva en la selva alta de Huánuco y otras regiones” (pág. 46).
Se trata de una novela corta dirigida al público infantil y juvenil, de ambiente rural, escrita con sencillez, párrafos bien balanceados, prosa elegante y libre de adjetivaciones innecesarias, en la que el autor elabora una inusitada metáfora al comprometer a un niño y a un ternero en una, también extraña, relación de hermandad. Por haber nacido el mismo domingo y a la misma hora, ambos se llamarán Dominguito, y van a evolucionar en forma paralela, en un devenir lleno de analogías dentro del marco de las diferentes etapas de la vida, hasta la juventud y adultez. Ambos tienen, pues, el mismo punto de partida: “(…) quién hubiera pensado que un niño y un animal iban a beber de las mismas ubres” (pág. 13). Ciertamente: “Dominguito creció alimentándose de la leche de su nueva madre, y al lado de su nuevo hermano” (pág. 19). El niño, huérfano ya, irá creciendo, desde la tierna infancia, hasta llegar a la juventud, descubrir el amor y ser capaz de grandes hazañas. El ternerito será, primero ternero y, luego, un feroz toro que juega a espantar a la gente, y se convierte, involuntariamente, en el terror de una aldea.
En el desenlace se enfrentarán en sanguinario encuentro, fingido pero no exento de pasajes épicos de notable envergadura, en los que el poncho, el puñal y la soga son los elementos simbólicos. En este acápite, la consabida moraleja en la literatura hecha para niños, se presenta muy sutil y sin aspavientos. El sacrificio de uno de ellos, servirá para lograr la felicidad del otro, como bien se advierte en la frase motivadora, al comienzo del primer capítulo: “(…) quién podía sospechar que un día la muerte de uno conseguiría traer la felicidad del otro” (pág. 13), frase que servirá de engarce con el desarrollo y el final, en secuencia narrativa muy bien hilvanada.
Dentro de esta línea argumental, en la que comienzo y final se reencuentran para darle forma circular al relato, se suceden siete capitulillos, encargados de referir una serie de sucesos en gradación ascendente, desde la presentación de los ya conocidos protagonistas y sus caracterizaciones a través de pinceladas ligeras propias del género, para luego arribar a la insinuación de la crisis, la crisis misma y su agudización. Esta última tendrá carácter dramático por la terrible disyuntiva en la que se coloca a uno de los protagonistas.
En este sentido, las anécdotas iniciales son el preámbulo conducentes a la crisis, iniciada con la muerte de un transeúnte, que tuvo la desdicha de cruzarse con Dominguito animal: “El joven (…) se percató de que lo seguía un enorme toro negro de astas muy largas, de ojos relucientes, y que respiraba dando resoplidos fuertes y humeantes” (pág. 27). Nótese, además, a manera de ejemplo, la habilidad en el manejo de sutiles pinceladas para describir al personaje. La agudización tiene que ver con la presión popular para que el jefe de la aldea elimine al toro: “(…) los viajeros (…) denunciaron los hechos ante la máxima autoridad de su comunidad” (pág. 30); y el ofrecimiento de recompensa que formula la autoridad al valiente que lo logre: “-¡Jóvenes, a cualquiera de ustedes que mate a aquel animal salvaje, le ofrezco como premio el matrimonio con mi hija!” (pág. 36). Este episodio, discutible por la posición subalterna en la que la autoridad coloca a su hija, se mitiga sin embargo, porque el futuro ganador está premunido de verdadero amor y aspira a ser feliz con ella, lo cual disimula la involuntaria cosificación de la hija, acaso el único desliz en la historia.
El clímax ocurre cuando Dominguito siente el llamado del amor: “Y desde entonces el amor le penetró por los ojos hasta llegarle al corazón” (pág. 38). Sin embargo, para alcanzarlo tendría que eliminar a su hermano toro. A partir de ahí, cuando aparentemente no hay solución al conflicto, se produce la gradación descendente del discurso narrativo, hasta la resolución y la descripción de una nueva realidad.
Así, pues, esta estructura revela la presencia de un autor que ha sabido elaborar un texto atractivo, usando las herramientas literarias más adecuadas, y construir una historia acorde con la imaginación creadora y recreadora del infante que, como suele decirse, supera al inocente o falso realismo, según pensamiento de Cortázar. Historia y lenguaje caminan de la mano, de tal manera que encandila por lo uno; y, por lo otro, se covierte en un buen ejemplo de respeto a la buena escritura, más aún con fines de proporcionar goce estético.
Párrafo aparte, para valorar los excelentes y oportunos dibujos de William Huasco Espinoza. Igualmente, para la presentación y el buen trabajo gráfico de Ediciones Rocinante.