Los divorcios de una tragedia para los hijos

Por: Ricardo Laurencio Vara

Los hijos, son siempre las víctimas de las aspiraciones de libertad de sus padres, aspiraciones que terminan generalmente en un divorcio. Los divorcios son siempre una tragedia, que tiene una influencia decisiva sobre el destino de los hijos.
Estos jamás comprenderán porque se han separado sus padres. Pueden tener por su segundo padre, sentimientos afectuosos o indiferentes y hostiles, pero de todos modos será un ser desgarrado, pues el amor de sus progenitores en un hogar común, es indispensable para su desarrollo písquico.
Podrán liberarse del conflicto pero quedará en su alma una herida que no cicatrizará jamás. Y ya adultos, aparecerá en ellos la enfermedad de la época, “EL MIEDO AL MATRIMONIO”. Si las relaciones entre sus padres después de divorciarse son amistosas, el niño encontrará más soportable la situación y más fácilmente la aceptará. Si, por el contrario, dichas relaciones son de hostilidad o total alejamiento, pueden aprarecer en el niño actitudes obsesivas por la incomprensión de la situación; por ejemplo como en el caso de la madre que ha sido echada por el padre del hogar, por conductas inmorales de la mujer.
El desprecio original que esto le produce por su madre, involucrará a todas las mujeres, y ya adulto tendrá dificultades para elegir pareja. Si la madre contrae nupcias los hijos….
Organizan todo un plan de oposición; y aunque las niñas soportan mejor la nueva situación, corren el peligro del asedio sexual de su padrastro cuando crecen y se hacen señoritas; en cambio el destino del hijo es diferente, es muy raro que soporte la presencia del padrastro; sobre todo si su padre vive aún, y su oposición se manifiesta en desobediencia, obstinación y discusiones desagradables, en la que la madre por lo general, toma siempre partido por su marido.
El odio de la madre a su primer marido se transfiere a menudo al hijo, que recibe una educación donde falta el amor y la ternura. Se le riñe constantemente y no logra jamás contentar a su madre, que le compara con los demás hijos, con críticas humillantes para él, física y moralmente.
Por eso, aunque reconocemos que algunos divorcios son inevitables, como única solución a un dilema inexplicable, es mejor esperar a que el hogar esté sólidamente establecido y que puede resistir a lso avatares de la existencia, antes de tener los hijos.
Para los hijos el divorcio es un desconcierto, una interrogación, una amargura que sale del corazón, una tristeza que destila llanto y soledad.