Los casos de autismo infantil siguen aumentando según un informe del C.D.C.

El aumento en la prevalencia del autismo infantil en Estados Unidos continúa siendo una preocupación creciente para los expertos en salud pública. Los datos más recientes, divulgados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), señalan un incremento notable en el número de niños diagnosticados con Trastorno del Espectro Autista (TEA), lo que genera interrogantes sobre las causas subyacentes de esta tendencia y las estrategias más efectivas para abordar las necesidades de esta población. Es crucial comprender la magnitud de este fenómeno para implementar políticas y programas que mejoren la calidad de vida de las personas con TEA y sus familias.

Según la investigación publicada por The New York Times, la prevalencia del autismo entre los niños de 8 años aumentó a 1 de cada 31 en 2022, en comparación con 1 de cada 36 en 2020. Esta cifra representa un incremento de casi cinco veces desde el año 2000, cuando el CDC comenzó a recopilar datos sobre el autismo a nivel nacional. Esta tendencia ascendente plantea desafíos significativos en términos de recursos educativos, servicios de atención médica y apoyo social para las personas con TEA.

El CDC atribuye este incremento, en gran medida, a una mayor concienciación y mejores prácticas de detección temprana del autismo. Esto implica que más niños están siendo identificados y diagnosticados con TEA a edades más tempranas, lo que les permite acceder a intervenciones y terapias que pueden mejorar su desarrollo y calidad de vida. Sin embargo, la agencia enfatiza que esta mayor prevalencia no necesariamente indica un aumento real en la incidencia del autismo, sino más bien una mejora en la capacidad para identificar y diagnosticar la condición.

No obstante, las declaraciones del Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., contrastan significativamente con la perspectiva del CDC. Kennedy ha afirmado que la «epidemia de autismo se está propagando sin control» y ha intentado vincular el aumento de las tasas de autismo con las vacunas, a pesar de la evidencia científica que refuta esta conexión. Esta postura ha generado controversia y preocupación entre los expertos en salud pública, quienes temen que pueda socavar la confianza en las vacunas y obstaculizar los esfuerzos para abordar el autismo de manera efectiva.

A pesar de la falta de evidencia científica, Kennedy ha iniciado un estudio federal para revisar la posible relación entre las vacunas y el autismo, y ha contratado a un conocido escéptico de las vacunas para supervisar el proyecto. Esta iniciativa ha sido recibida con escepticismo por muchos expertos en autismo, quienes consideran que es una pérdida de tiempo y recursos que podrían utilizarse para investigar las causas reales del autismo y desarrollar mejores tratamientos y terapias.

Además, Kennedy anunció recientemente una iniciativa del Departamento de Salud y Servicios Humanos para identificar los «orígenes de la epidemia» para septiembre, lo que ha generado aún más dudas entre los expertos. Muchos cuestionan la validez científica de este enfoque y temen que pueda desviar la atención de los factores ambientales, genéticos y neurológicos que se sabe que contribuyen al desarrollo del autismo. La comunidad científica insiste en la necesidad de un enfoque basado en la evidencia para comprender y abordar el autismo.