La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito educativo ha generado un debate profundo, oscilando entre el optimismo sobre su potencial transformador y la cautela ante posibles efectos adversos en el desarrollo cognitivo de los jóvenes. El auge de herramientas como ChatGPT ha puesto en el punto de mira la necesidad de comprender a fondo el impacto de la IA en la lectura, la escritura y el pensamiento crítico, habilidades fundamentales para el aprendizaje. Este contexto plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la educación y el papel de los educadores en un mundo cada vez más mediado por la tecnología.
Según el reportaje de El Comercio, existe una creciente preocupación entre padres y educadores respecto al impacto de la inteligencia artificial en el aprendizaje. Se menciona la utilización de la IA por parte de algunos estudiantes para actividades como copiar, mientras que otros profesores la están incorporando con el objetivo de optimizar sus procesos. Inclusive, algunos distritos escolares han optado por una adopción generalizada de esta tecnología, a pesar de la falta de evidencia concluyente sobre sus beneficios o perjuicios en el proceso de aprendizaje.
En este escenario de incertidumbre, la conversación con Sal Khan, fundador de Khan Academy y autor de «Brave New Words: How AI Will Revolutionize Education and Why That’s a Good Thing», se presenta como un faro de optimismo. Khan, reconocido por su defensa del potencial de la IA para mejorar la educación, aborda los temores de los padres y propone una visión en la que la IA actúa como un facilitador del aprendizaje, lejos de ser una amenaza para el desarrollo cognitivo.
Khan visualiza un futuro en el que la IA se convierte en un asistente educativo personalizado, capaz de observar el aula, intervenir cuando sea necesario y proporcionar información valiosa a los profesores. Esta asistencia permitiría a los educadores adaptar sus métodos de enseñanza a las necesidades individuales de cada estudiante, creando un entorno de aprendizaje más eficiente y personalizado. El objetivo no es reemplazar a los profesores, sino empoderarlos para que puedan desbloquear la conexión humana esencial en el proceso educativo.
Además, Khan destaca el potencial de la IA para personalizar el contenido educativo y hacerlo más interactivo. Herramientas como Khanmigo, que permite a los estudiantes interactuar con simulaciones de figuras históricas o personajes literarios, ejemplifican cómo la IA puede dar vida a la historia y despertar el interés por el aprendizaje de una manera que antes era inimaginable. De esta forma, el aprendizaje se convierte en una experiencia más atractiva y memorable.
En cuanto al futuro del aula, Khan predice la creciente presencia de tecnologías como las gafas de realidad virtual, que permitirán a los estudiantes viajar virtualmente al sistema circulatorio o a la Antigua Roma. Esta inmersión en el contenido educativo podría transformar la forma en que aprendemos, haciendo que los conceptos sean más tangibles y fáciles de comprender. La clave, según Khan, reside en aprovechar la IA para potenciar la creatividad y la innovación, en lugar de utilizarla simplemente para tomar atajos.
Es importante señalar que, aunque Khan se muestra optimista sobre el futuro de la IA en la educación, reconoce los riesgos potenciales de un uso irresponsable de esta tecnología. Aquellos que buscan atajos y soluciones fáciles podrían verse tentados a utilizar la IA de forma superficial, lo que limitaría su potencial para el aprendizaje y la creatividad. Sin embargo, para aquellos que buscan innovar y crear, la IA puede ser una herramienta poderosa para amplificar sus capacidades y lograr resultados aún mejores.