Por: Eliseo Talancha Crespo
La lucha por la independencia del Perú y América no comenzó con la llegada de los ejércitos del sur liderado por San Martín o del norte por Simón Bolívar sino que el largo y complejo proceso emancipatorio empezó el mismo momento en que los españoles invadieron nuestro país. Uno de esos primeros gritos libertarios fue la revolución indígena de Huánuco de 1812 que estalló el 22 de febrero con la toma de la ciudad de Huánuco y culminó en Ambo el 18 de marzo con la batalla de Arcopunco en las pampas de Ayancocha.
La región Huánuco fue escenario de la revolución doceañista que tuvo un carácter principalmente indígena, con definida vocación separatista y de gran repercusión que puso en jaque al gobierno del virrey Abascal. Las causas de la revolución de Huánuco, Huamalíes y Panataguas puede resumirse en lo siguiente: la pérdida económica de los criollos frente las medidas monopolísticas del virreinato, los abusos de los subdelegados y otras autoridades contra la población indígena, los privilegios excesivos de la familia Llanos, todo lo cual motivó que los huanuqueños de distintos grupos sociales lleven adelante uno de los movimientos libertarios más importantes de la región central del Perú.
Si bien es cierto que existió una alianza inédita y movilización temporal entre los indígenas, los mestizos y los criollos, la revolución de Huánuco fue esencialmente indígena. Encabezados por los alcaldes Mariano Silvestre de Panao, Patricio Martínez de Acomayo, José Cabestro de Santa María del Valle, José Contreras de Quera, José Trujillo de Llicua, Gregorio Evaristo de Huácar, Mariano Camacho de Cayna, entre otros, los indígenas el 22 de febrero dieron inicio a la revolución, dirigiéndose a la ciudad de Huánuco que tomaron violentamente el 23 y 24 de febrero, provocando que los habitantes y autoridades españolas huyan como les fue posible hacia Huariaca, Cerro de Pasco o Tarma en busca de auxilio.
Ante el vacío de poder que dejaron las autoridades virreinales, el 26 de febrero se designó una Junta de Gobierno bajo el mando de Domingo Berrospi, quien en una decisión polémica ordenó arrestar y ejecutar en la hacienda de Andabamba a uno de los líderes de la revolución: José Contreras. Acusado de tener comunicaciones con el intendente de Tarma y traicionar la causa, Berrospi el 2 de marzo fue destituido del cargo, siendo reemplazado por Juan José Crespo y Castillo quien asumió la conducción de la revolución.
En la revolución de Huánuco de 1812 se produjeron dos batallas. La primera ocurrió los primeros días de marzo en que los realistas con apoyo de los mineros y comerciantes de Cerro y los que habían huido a Huariaca se enfrentaron a las fuerzas patriotas en el puente Ambo. El triunfo correspondió a las fuerzas patriotas que ingresaron a Ambo y procedieron a saquearla, retornando triunfalmente a Huánuco para seguir teniendo a su cargo la administración de la ciudad.
Según comunicación del 5 de marzo de 1812, el virrey Abascal le ordena al Intendente de Tarma José González de Prada que «sin pérdida de momento trate de apagar el fuego de la insurgencia reduciendo al debido orden la expresada ciudad, y demás pueblos en donde se hubiesen introducido los rebeldes». Es en este contexto que se produce la segunda batalla de Ambo o de Arcopunco el 18 de marzo de 1812 cuando las fuerzas revolucionarias se enfrentaron al robustecido ejército realista inicialmente en el puente de Ambo y luego en las pampas de Ayancocha. Contando con soldados profesionales provenientes de Lima, Tarma y Cerro de Pasco y merced a la superioridad bélica, las fuerzas patriotas fueron derrotadas, regresando los indígenas a sus respectivos hogares, contando sus hazañas, y sobre todo explicando en sus respectivas poblaciones la importancia de los hechos ocurridos en la rebelión. Prueba de ello son las demostraciones festivas que las poblaciones de Utao o Tambogan realiza durante los carnavales.
En torno al desarrollo de esta segunda batalla de Ambo se tiene el informe realizado por González de Prada al virrey Abascal, dándole cuenta de las acciones desde el 17 de marzo. También se tiene la versión del historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna quien relata: «Esperáronlas los insurgentes a la orilla del río Guacar, defendiendo el paso del puente de Ambo, y en número de 1,500. Más, Prada, manejando tropas veteranas y bien armadas, lanzólas a la cabeza del puente, y logrando salvarlo, puso en derrota a las masas indisciplinadas de los rebeldes, matándoles 250 hombres é hiriéndoles un número mayor, pero sin haber podido capturar más de 20 prisioneros, escapando también Castillo y los otros dos jefes, José Rodríguez y Juan Haro, que a la par con aquel pagaron su patriotismo y su osadía con sus vidas».
Si bien es cierto que el árbol de la libertad se cosechó en las gloriosas jornadas de Junín y Ayacucho, las raíces germinales se sembraron en acontecimientos como la batalla de Ambo. Desde el interior del país, ya es hora de reconstruir y reivindicar la participación de los pueblos y personajes anónimos que durante tres siglos se pronunciaron en favor de la independencia. La importancia histórica de esta batalla radica en que si bien fue el encuentro que terminó militarmente con la rebelión doceañista, sin embargo fue el inicio de lo que posteriormente sería la declaración de independencia de Huánuco el 15 de diciembre de 1820.
En esta segunda batalla de Ambo, militarmente el triunfo fue realista pero socialmente fue un triunfo de las fuerzas patriotas en la medida que dejaron instalado el miedo social entre los españoles que a la llegada de San Martín por conveniencia no tuvieron otra opción que abrazar la causa libertaria. Como quiera que la historia no es estática ni es rígida, es necesario analizar y reinterpretar la revolución doceañista a la luz de nuevos hechos y enfoques teóricos novedosos. Es imperativo que todos los ambinos y huanuqueños recuerden en la memoria colectiva esta gesta heroica que precedió a la fase de la independencia para vivir en libertad bajo el follaje del gobierno republicano.