La OEA y el arte de matar nuestras propias pulgas

Jorge Farid Gabino González

Escritor, articulista, profesor de Lengua y Literatura

Si hay algo que parecía verdaderamente inconcebible, por lo descabellado, por lo inusitado, por lo a todas luces idiota; si hay algo que ni en un millón de años hubiéramos apostado a que pudiese ocurrir, incluso siendo los tiempos que vivimos pródigos en ejemplos del nivel de imbecilidad al que acostumbra llegar hoy la gente; si hay algo que por mucho empeño que le hubiésemos puesto al asunto, jamás habríamos sido capaces de tan siquiera imaginarlo, aun cuando la experiencia nos ha demostrado hasta la saciedad que tratándose del hombre, esto es, de hombres y mujeres (por si a estas les apetece quedarse fuera en esta ocasión), todo, pero absolutamente todo, resulta ahora posible; ese algo era, de hecho, el que en algún momento llegásemos a ver, y con nuestros propios ojos, que un organismo de las dimensiones, envergadura e historia de la OEA, una institución en la que se supone que se encontraban algunas de las gentes más enteradas y lúcidas de América Latina, acabara tragándose el cuento de que en el Perú se viene cocinando un golpe de Estado en contra del gobierno de Pedro Castillo, y terminara cediendo asimismo a las presiones de este por qué se activase la Carta Democrática Interamericana, a pesar de que no existe país del orbe que no estuviese enterado, aunque fuera someramente, de los niveles de corrupción, de incapacidad, de nocividad del gobierno del mayor impresentable que hayamos podido tener nunca.

De ahí que, cuando vemos al Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos reunirse en Washington a solicitud del presidente Pedro Castillo, y esto con la intención de que se aplique la Carta Democrática Interamericana, bajo el argumento de que se estaría organizando un golpe de Estado en contra de su gobierno, no atinemos a hacer otra cosa que no sea reírnos. Y la risa, por supuesto, deviene carcajada cuando reparamos en estos cuatro puntos aprobados por el consejo en cuestión: 1. Expresar su solidaridad y respaldo al Gobierno democráticamente electo de la República del Perú, así como a la preservación de la institucionalidad democrática. 2. Realizar un llamado a todos los actores para que sus acciones se enmarquen en el respeto al Estado de derecho, reconociendo que el artículo 2 de la Carta Democrática Interamericana establece «el ejercicio efectivo de la democracia representativa es la base del Estado de derecho». 3. Expresar la disposición de la OEA a brindar apoyo y cooperación. 4. Designar un grupo de alto nivel conformado por representantes de los Estados miembros, para que realice una visita al Perú con el fin de hacer un análisis de la situación.

Pero ¿será posible que la gran mayoría de países miembros de la OEA sean tan extremadamente despistados, tan escandalosamente sesgados, que no les alcance el raciocinio ni el sentido común para que puedan ser capaces de valorar con objetividad lo que viene sucediendo en el Perú, en lugar de atenerse únicamente, como todo hace indicar que viene sucediendo, a la sarta de mentiras y embustes con que el gobierno del señor Pedro Castillo se empeña a diario en seguir engañando a la gente, tanto dentro como fuera del país? ¿Ignoraban, acaso, la denuncia constitucional interpuesta por la Fiscal de la Nación en contra del presidente por aparentemente liderar “una presunta organización criminal enquistada en el Gobierno, con la finalidad de copar, controlar y direccionar procesos de contrataciones en los diferentes estamentos del Estado para obtener ganancias ilícitas”? ¿Y es que hay alguien que todavía no haya sido capaz de darse cuenta de que, si el señor Pedro Castillo no ha tenido mejor idea que recurrir a la OEA en un intento desesperado por darle un respiro a su desastroso gobierno, ha sido porque en el fondo es ya consciente de que solo es cuestión de tiempo para que abandone el poder, para que muy probablemente acabe en la cárcel?

Pues déjennos decirles que un gran número de países miembros de la OEA, y su secretario general, Luis Almagro, primero que nadie, parecen estar convencidos de que Pedro Castillo es aquí la víctima de la llamada extrema derecha, de un sistema “imperialista” que no tolera que un dizque pobre campesino, que un dizque humilde maestro de escuela rural, sea presidente de la República, por lo que busca a toda costa su vacancia. Así como también de que la media docena de acusaciones fiscales levantadas en su contra, por la aparente comisión de delitos en los que estarían involucrados no solo altos funcionarios de su gobierno, sino también incluso miembros cercanos de su familia, no serían más que una pequeña muestra de los innumerables intentos de los golpistas por traerse abajo a su sacrosanto gobierno democrático. Y mucho más aún de que con su valioso apoyo y concurso se logrará hacer retroceder a los deleznables golpistas, que solo piensan en sus intereses personales y de grupo, mas no en los del país en su conjunto. Que nadie aquí se sorprenda si en los próximos días vemos a los “elegidos” de la OEA enseñándonos cómo debemos matar nuestras propias pulgas.