Arlindo Luciano Guillermo
Domingo 26 de mayo, 2019, 2:41 a.m., 8 escala de Richter, inacabables 157 segundos (los más largos de nuestra existencia en Huánuco desde que nacimos), en unos llanto incontenible, en otros pánico, calma pedían algunos. Los objetos sobre la mesa, estantes de libros, archiveros, ventanas, puertas, lámparas colgantes bailaban furiosas, oscilaban como péndulos. Unos jaraneaban, otros asustados salían a la calle a ponerse a buen recaudo, con la ropa de dormir e hijos en los brazos, soñolientos, con el cabello alborotado, bostezando, pálidos, en sandalias, pijama, short. Nadie salió cargando bienes, título de propiedad, tarjeta de crédito ni grados académicos. Salimos con lo único que tenemos para valorar más: la vida. La Tierra tembló como epiléptico en crisis. Invocar a Dios, en ese momento, para que la ira de la naturaleza cese es un caso flagrante de oportunismo de la profesión de fe. Mientras nos vaya bien en la vida, en el trabajo, en los sentimientos, Dios y Cristo ocupan un segundo plano.
El domingo 31 de mayo de 1970, Perú –con Cubillas, Sotil, Perico León, Challe, Chumpitaz y el DT Didí (Waldir Pereira)– por primera vez jugaba el mundial de fútbol en México, luego de eliminar a Argentina en la Bombonera, Velasco gobernaba, la generación cincuentera (al que yo pertenezco) tenía apenas cuatro o cinco años, pero conscientes de la realidad. Ese día se produjo el terremoto más devastador en Yungay, a las 15:23 p.m., 7,8 grados, que duró 45 segundos. Fue una catástrofe. Más de veinte mil muertos, un pueblo sepultado. El monstruo descendió endemoniado con lodo, piedra y hielo. Desde ese 31 de mayo se “vivencia” un eventual caso de sismo, terremoto, maremoto, tsunami en el Perú. Ninguna de las veinticuatro regiones está libre, exonerada, exceptuada de sismo, terremoto, tsunami o maremoto en cualquier momento; ese sismo va a ocurrir. Si una vez hubo sismo, habrá otra vez. Tenemos que estar preparados, listos, para actuar correctamente, para enfrentar con serenidad emocional y solidaridad, y así mitigar el costo de vidas humanas. Una casa se reconstruye ladrillo a ladrillo, un pueblo puede levantarse de sus cenizas como el Ave Fénix, pero la vida no tiene dos oportunidades, nadie ha regresado de la muerte, salvo Cristo y Lázaro. Si no aprendemos del pasado histórico, la tragedia se volverá a repetir con mayor furia. La tragedia de Yungay no puede ser solo un recuerdo histórico, sino una lección viviente que nos alerta y advierte. Si no escuchamos la voz autorizada de la historia, la factura será muy grande. Ese día, Perú ganó a Bulgaria 3 a 2. ¡Consuelo!
Hoy viernes 31 de mayo es el simulacro de sismo en el todo el Perú. Es un ensayo de cómo debemos actuar durante un remezón de la Tierra. Vamos a comprobar qué tan preparados estamos para desenvolvernos durante un posible sismo, qué tan conscientes somos en esta simulación. No es una ocasión para chacotear, hacernos de la vista gorda, tomarlo de chiste. La prevención y educación en desastres naturales son los que nos van a salvar de no morir bajo los escombros, aplastados entre nosotros. Las autoridades competentes deben inspeccionar objetivamente las instituciones públicas y privadas, principalmente educativas de EBR y superior para verificar si tienen la señalización técnicamente ubicada, la certificación de Defensa Civil, si cuentan con extintores, plan de acción en caso de desastres naturales. Esto permitirá una evacuación ordenada, disminuir la pérdida de vidas y una actuación emocionalmente serena en casos de sismos u otro desastre natural o provocado.
No esperemos que un sismo de 8, 9 o más grados destruya Huánuco y otras ciudades como ya ha ocurrido. No es juego el simulacro de sismo. Se trata de nuestra integridad personal y familiar. La naturaleza no avisa por un altoparlante o a través de las redes sociales. Hay que tomar en serio todo aquello que previene, advierte y da señales. Un meteorito desapareció de la faz de la Tierra a los dinosaurios. ¿Un sismo poderoso y de alto grado podría desaparecernos del planeta?
Hoy viernes 31 de mayo es el simulacro de sismo, tsunami y multipeligro, a las 10 a.m., con 8,5 grados de intensidad, ¿Tenemos la mochila de emergencia? ¿Estamos preparados emocionalmente para enfrentar un sismo? ¿En las instituciones, sabemos por dónde evacuar y dónde nos vamos a ubicar para protegernos? En este simulacro debemos actuar con realismo y responsabilidad, como si de verdad fuera el sismo. No corras, no desesperes, que el pánico no te atrape. Yungay resucitó con el trabajo y perseverancia de los sobrevivientes, pero esos veintidós mil muertos jamás resucitarán.
Es necesario que la familia tenga un plan de acción ensayado, practicado, para actuar durante un sismo, organizarse con el vecindario, registrar teléfonos de Indeci, bomberos, de emisoras, etc. Cada quien debe tener un rol en la familia para actuar durante un sismo o cualquier otro desastre natural. Las zonas de alta vulnerabilidad (Las Moras, las viviendas en las faldas de los cerros San Cristóbal, Marabamba y Rondos) deben merecer atención urgente. La prevención hará posible que el daño y las pérdidas sean menores. El simulacro va en serio, no es broma ni pérdida de tiempo. Los sismos deben encontrarnos despiertos, entrenados y sabiendo qué hacer.