Haiber P. Echevarría Rodríguez
Basta con solo escuchar, leer o hablar el término CORRUPCIÓN, seguro que se nos viene a la mente que está relacionado con algún funcionario o servidor público o con algún profesional o ciudadano común y corriente. O quizás haciendo referencia a alguna institución del Estado -aunque también se produce en el campo privado-, llámese Poder Judicial, Ministerio Público, Congreso de la República, Policía Nacional, INPE, ONPE, gobiernos regionales y locales. En fin. O quizás nos referimos a las coimas, a los manejos dolosos y escandalosos que ocurren en los concursos públicos, ya sea a través de los exámenes escritos o en las famosas entrevistas, donde a los allegados o recomendados les formulan preguntas para cocineros o para niños, como: “¿Qué se necesita para preparar un ceviche de pato?” o: “¡Usted se encuentra preparado/a para ejercer el cargo que el Estado le confía?”
Creemos que por donde se mira o se camine, se respira aires de corrupción, de fraude, de mentira, de engaño, de robo, de malversación, de soborno, cohecho, plagio, etc. Todo esto hace pensar que todo está podrido y no hay quien lo arregle, que está generalizado y nos convencemos una vez más que la CORRUPCIÓN es un PROBLEMA DE ADULTOS. Si bien es cierto los adultos son los que lo realizan, no es una práctica que se improvisa en la adultez sino que tiene una larga trayectoria en la sociedad.
Este mal de todos los tiempos, estimado lector, se inicia en la infancia. Es decir, tiene su génesis muy temprana en el hogar y de manera muy sutil. Por ejemplo, cuando el niño hace trampa por no tomar la sopa y papá o mamá le siguen el juego, refuerza la conducta; luego en la escuela se va acentuando, cuando por ejemplo el padre de familia hace la tarea por el hijo y este lo hace pasar afirmando que él lo hizo, entonces comienza el jueguito de la corrupción.
El que copia el contenido del examen o la respuesta, o cambia el nombre en el trabajo ajeno, se engaña a sí mismo y al profesor. A veces obtiene mayor calificación que el autor del mismo. Bueno, es su habilidad y a nadie le importa. No te metas, no seas soplón. Lo importante es cumplir a como dé lugar.
El alumno que confiesa y reconoce su falta es sancionado, pero el que hizo en el último minuto no tiene problema porque lo importante es cumplir como sea. Así se castiga la honestidad y se premia la viveza, el engaño.
Una baja calificación o la repitencia del año escolar se pueden remediar o arreglar por arte de magia mediante una dádiva o una llamada de alguna autoridad o amigo. El estudiante o el padre de familia porta algún regalo y ve la sonrisa y el agrado del maestro, tiene la seguridad que el pacto se ha consumado y problema resuelto.
Al que delata al compañero por llegar tarde, lanzar la mota en la cabeza del compañero, el hurtar el lapicero, el esconder la mochila o algún objeto que no es suyo, hablar groserías, no hacer la tarea, poner apodos a sus compañeros y al profesor, etc., son alumnos premiados puestos como modelos (me recuerda al personaje Humberto Grieve en el cuento Paco Yunque). Así se desvaloriza y se tira por los suelos la cooperación, el esfuerzo, la justicia, la honestidad, la veracidad, etc.
Estudiante con estrella y otros simplemente estrellados. Los primeros con padres de cuellos blancos con saco y corbata o con alguna posición económica u ocupando algunos buenos puestos, gozan de preferencias y gollerías, tratos especiales, favores a delibery. Mientras que los segundos admiran y desean tener influencias, algunos se llenan de impotencia de no poder hacer nada, porque piensan y creen que el mundo funciona así. Semilla para el futuro arribista a cualquier costo y cuando esté arriba utilizará su poder para las recomendaciones, para ubicar a los amigos o a los hermanitos, conocidos y familiares.
Padres e hijos, a pesar que son testigos de tantas injusticias, pero no dicen nada por no ser mal vistos, para no tener que enemistarse con algún conocido y que en cualquier momento podrían también necesitar algún “servicio”. Así está mejor, ser pasivo indolente, acrítico, conformista, mejor callarte o hacerte de la vista gorda; porque si reclamas te marcan y te ven mal. Entonces, ¿para qué hacerse problema? Semilla para el futuro trepador, hipócrita, adulador, para ascender rápido a cualquier precio y buscar su beneficio personal.
Estimados lectores, nuestros corruptos adultos empiezan siendo corruptos niños. Entonces es hora de pensar, repensar y actuar con mucha sabiduría en el hogar y en la escuela en cuanto a la formación de los hijos, ya que las pequeñas cosas que creemos irrelevantes e insignificantes tiene poderosas repercusiones en la vida adulta.
El gran escritor bíblico Saulo de Tarso, en aquél entonces ya había vaticinado para estos tiempos y dijo: que en los últimos días vendrán peligros, hombres malos y desnaturalizados, sin afecto natural y sin ninguna pisca de amor para con el prójimo, crueles, calumniadores, desobedientes, blasfemos contra Dios, aborrecedores de todo lo bueno (…) corruptos (…).