El próximo año, la administración Trump está considerando recortes de aproximadamente 40 mil millones de dólares en el presupuesto del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), en un momento de creciente preocupación por el acceso a la salud pública. La propuesta coincide con los planes de la Casa Blanca para implementar cambios drásticos en las agencias que regulan alimentos y medicamentos, protegen a los ciudadanos de enfermedades y fomentan la investigación de nuevos tratamientos. Esto ocurre en un contexto donde el debate sobre la sostenibilidad del sistema sanitario estadounidense y la necesidad de reformas estructurales está más vivo que nunca.
Según la investigación publicada por The New York Times, los recortes propuestos en el borrador preliminar del presupuesto reducirían el presupuesto del departamento de aproximadamente 121 mil millones de dólares a unos 80,4 mil millones de dólares. El documento también plantea la eliminación de docenas de programas enfocados en diversos desafíos de salud pública, como el autismo, el embarazo adolescente, el envenenamiento por plomo, la recuperación de adicciones a opioides y el apoyo a hospitales rurales.
Estos recortes, que afectan a la financiación discrecional del HHS, no impactarían directamente en los programas de seguros como Medicare y Medicaid, que cubren a casi la mitad de la población estadounidense. Sin embargo, la reducción en la financiación discrecional podría tener consecuencias significativas para la investigación médica, los programas de prevención de enfermedades y la respuesta a emergencias sanitarias. Los defensores de la salud pública advierten que estos recortes podrían revertir años de progreso en la lucha contra enfermedades infecciosas y crónicas.
Aunque aún no está claro si la administración Trump implementará todos los recortes descritos en el documento, es el Congreso quien finalmente decidirá si se aprueban, ya que es la legislatura la que asigna los fondos del gobierno federal. Este proceso legislativo promete ser un campo de batalla político, con demócratas y algunos republicanos moderados oponiéndose a los recortes y abogando por una mayor inversión en salud pública. La batalla presupuestaria se produce en un momento de creciente polarización política y desacuerdo sobre el papel del gobierno en la atención médica.
A pesar de la incertidumbre, el borrador del presupuesto revela cómo el presidente Trump y Robert F. Kennedy Jr., el secretario de Salud, podrían poner en práctica sus planes para reformar el departamento y transformarlo en un crisol para el movimiento «Make America Healthy Again» de Kennedy. Dicho movimiento ha generado controversia por las posturas de Kennedy sobre las vacunas y otros temas relacionados con la salud pública.
Alrededor de una cuarta parte de los fondos que sobrevivirían a los recortes propuestos se destinarían a la Administración para una América Saludable, un nuevo esfuerzo de 20 mil millones de dólares que supervisaría agencias enfocadas en VIH y SIDA, salud materna e infantil, salud ambiental, salud mental y atención primaria. Este cambio en la asignación de fondos sugiere una reorientación de las prioridades del HHS hacia áreas específicas de la salud pública, aunque los críticos argumentan que estos cambios podrían dejar desatendidas otras necesidades importantes.