Jóvenes descaradamente provocadores impulsan la extrema derecha alemana.

La Alternativa para Alemania (AfD), un partido caracterizado por su postura antiinmigración y nacionalista, ha sido tradicionalmente marginado en el espectro político alemán. Sus miembros, en el pasado, se han enfrentado a multas por la utilización de simbología nazi y han sido catalogados como extremistas por el propio gobierno germano. La AfD, fundada en 2013 como respuesta a las políticas de rescate financiero de la eurozona, ha experimentado un notable auge en los últimos años, capitalizando el descontento con las políticas migratorias y la gestión económica del país.

Según la investigación publicada por The New York Times, de cara a las elecciones parlamentarias nacionales del domingo, un nuevo grupo de ‘influencers’ está ganando terreno entre los votantes, aportando un enfoque más juvenil a un partido conocido por sus provocaciones y controversias. Estos jóvenes activistas parecen acoger con satisfacción el desprecio de manifestantes, periodistas y partidos políticos tradicionales.

Algunos de estos jóvenes activistas continúan intercambiando chistes sobre Hitler y los judíos, e incluso realizando el saludo de «Sieg Heil», un acto ilegal en Alemania. No obstante, la energía y la filosofía de su partido han recibido el visto bueno de figuras como Elon Musk y JD Vance, asesor del expresidente Trump. Este respaldo, junto con su estrategia de confrontación, ha contribuido a que el partido alcance el segundo lugar en las encuestas, pese al esfuerzo del establishment político por mantener a la AfD fuera del gobierno, una política que responde al compromiso de marginar a partidos considerados extremistas. La Oficina Federal para la Protección de la Constitución, la agencia de inteligencia interna de Alemania, ha intensificado su vigilancia sobre ciertas facciones de la AfD, ante la creciente preocupación por su radicalización.

Marie-Thérèse Kaiser, de 28 años y candidata al parlamento, recuerda que su primera experiencia en un evento de la AfD en 2017 fue rodeada de personas mayores. Ahora, observa que jóvenes que podrían haber sido punks o hippies en otra época se están uniendo a la AfD y compartiendo sus ideas en redes sociales. En 2021, Kaiser fue multada y condenada por incitación al odio racial tras criticar la aceptación de inmigrantes afganos por parte de Alemania en una publicación de Facebook. Paradójicamente, la controversia generada por esta publicación incrementó su número de seguidores en línea.

Michelle Gollan, de 23 años, utiliza su canal de YouTube «eingollan», con casi 200,000 suscriptores, para atraer a manifestantes a debatir y, según ella, presentar nuevas ideas a sus seguidores. En una ocasión, se situó frente a la Puerta de Brandeburgo en Berlín con un cartel que promovía la «remigración», un término considerado un código de la AfD para las deportaciones. Para Gollan, la provocación es una herramienta para «activar» a la gente.

Christopher Tamm, de 24 años, se muestra abiertamente como derechista y apoya las políticas de derecha. Durante las manifestaciones, suele vestir una sudadera con el logotipo del ala juvenil de la AfD, catalogada como extremista por la inteligencia alemana. El activismo de la AfD también se extiende a la música, con bandas como Wutbürger («ciudadano enfurecido»), que ha evolucionado desde un patriotismo anti-establishment hasta una identidad de extrema derecha, forjando lazos con algunos políticos de la AfD. La banda ha sido clasificada como un «grupo extremista de derecha» por un gobierno estatal en Alemania.

Emilia Fester, diputada del partido Los Verdes, critica la estrategia de provocación y difusión de miedo y odio en redes sociales. Considera que es crucial denunciar y limitar la propagación de mentiras y desinformación por parte de la AfD. Para Fester, el auge de la AfD, apoyado por diversos sectores de la sociedad alemana, refleja una fractura social donde muchos aún consideran al partido como extremista de derecha, a pesar de sus esfuerzos por crear su propia contracultura.