Por Israel Tolentino
Para escribir sobre la obra última de Irina Gonzales titulada “Estado intermedio”, curada por Manuel Munive y presentada en el Museo del Grabado del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA), único espacio dedicado a la investigación de la producción gráfica del Perú, apago todas las luces y dejo que el claro de luna que baña la ventana provoque un contrapunto con el reflejo de la laptop en la ventana y la luz, casi dibujando un cuadrilátero en la pared; esto es y, son sus obras últimas: refracciones; nunca oscuros del todo porque se perderían, ni iluminados completamente porque transitarían a ser otras imágenes.
Hay exposiciones que son para verse en vivo, de traer el cuerpo completo y recorrer el espacio, acercarse a las paredes, observar la pulcritud del montaje y aproximarse a leer cada cartel, cada detalle estampado en la hoja, cada línea escrita a ver si me ayuda a comprender lo que veo. Deducimos que las búsquedas de Irina son metafísicas, como la espiritualidad de los cosmólogos que creían que el universo se podía entender con las matemáticas, que los números contenían magia, que eran el ánima de la existencia.
Cada obra de Irina Gonzales emana una equilibrada planitud que uno termina creyendo que está hecho de ancho y altura. Una sensación inquieta, donde las más turbulentas emociones son paradas en seco. Irina te regala el medio tono (válida como música o visualidad) como si se cruzara un ancho río al amanecer y en sus orillas quedarán la luz y la oscuridad indistintamente. En este drástico escenario las obras empiezan a evocar su propia luz y, aunque se dibuje una línea curva en la cara, nada te puede hacer retornar de este viaje. Las siluetas que aparecen escasamente en algunas obras se tornan en compañía, te hacen recuperar el respiro, como si nadaras en un mar calmo pero ignoto. “Estado intermedio” es un viaje interior sin curvas, es la idea que sube a la cabeza y, donde la artista logra desarroparnos de todo lo superfluo para dejarnos en la veladura gris, en un estado de penumbra. Cada obra es minuciosamente única, elaboradas en técnicas de xilografía, linóleo y gofrado impresas sobre papel de algodón, por lo tanto, exigen igual detenimiento para observarlas; olvidarse de la calle y dejarse llevar en este recorrido como un ser bidimensional, toca hacer caso, dejar a los sentidos, la luz o la sombra ya se dejarán ver.
Como en una ley física, el cero absoluto es imposible de alcanzar, de igual modo, la luz y obscuridad absolutas, son estados imposibles manifestados en la obra de Irina; hubiera sido sencillo decir: estado intermedio entre lo sólido y lo líquido o lo gaseoso y lo líquido y así… Hubiera sido sencillo explicar así.
La obra de Irina Gonzales te lleva al encuentro con el punto, la línea y el plano cuando antes de darles un significado o cualquier rasgo anímico, son conceptos matemáticos resolviendo darle un significado a su presencia en el plano de la obra gráfica y nada más. Todo concepto extraño traído de la calle al espacio expositivo chocará su cara entera con el universo plano con que Irina explica ese afuera. Los personajes evidencian movimiento, otra vez ese estado intermedio, si muy dinámicos o estáticos, y se termina con el descubrimiento donde es el espectador el que se mueve entre esa oposición.
La representación en “Estado intermedio”, ubica a la obra entre el ser y no ser y como gritaba el gran Parménides: “ex nihilo nihil fit”. La visualidad de Irina te ubica en el siguiente punto: en un brazo, la sociedad con su ropa tendida con un añejo vino en la reluciente copa y en el otro brazo, el lado de la sociedad que no vemos en primera intención, invisible como el espíritu, pero existe.
Hay entonces, un universo de Irina Gonzales, hecha a imagen de sus pensamientos y lecturas, donde dos elementos son vitales para su existir: la imagen del ser humano y el ancho por el alto correspondiente desde pretérito a toda manifestación del arte. Toca a cada uno, luego de esta experiencia frente a cada obra, recuperar para sí, la sensación de hincón que da el Arte o con las manos en los bolsillos, salir silbando del Museo de Grabado una tonada de moda (Prusia, agosto 2023).