La política comercial de la administración Trump, con su enfoque en aranceles, ha generado un intenso lobby por parte de grandes corporaciones que buscan mitigar su impacto. La figura de Howard Lutnick, como Secretario de Comercio, se ha convertido en un punto clave de influencia, actuando como nexo entre la Casa Blanca y las industrias afectadas. Este rol central ha puesto de manifiesto las tensiones entre las prioridades proteccionistas y las necesidades del sector privado, generando un debate sobre el futuro del comercio internacional estadounidense.
Según la investigación publicada por The New York Times, desde que Howard Lutnick fue designado Secretario de Comercio por el Presidente Trump, ejecutivos de algunas de las empresas más grandes del mundo han estado intentando ganarse su favor.
Líderes de Nvidia, Facebook, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company y Alphabet han visitado su mansión recién adquirida en Washington, valorada en 25 millones de dólares y con una superficie de 1.510 metros cuadrados, para persuadirlo de adoptar una agenda favorable a los negocios. Lutnick, un multimillonario que hizo fortuna en Wall Street, bromeó diciendo que la propiedad era «lo suficientemente grande para su ego», reflejando la importancia que se le atribuye en las decisiones comerciales del gobierno.
A medida que Trump intensificaba los aranceles a niveles no vistos en un siglo, Ford Motor, General Motors y otras compañías que han construido sus negocios en torno al comercio internacional contactaron a Lutnick con la esperanza de que pudiera persuadir al presidente de adoptar un enfoque menos agresivo. Algunos directores ejecutivos incluso llamaron al Secretario de Comercio a medianoche, evidenciando la urgencia y la preocupación por el impacto de las políticas arancelarias en sus operaciones y resultados.
Lutnick, de 63 años, dirige un departamento que tanto promueve como regula la industria, y ha sido puesto a cargo de supervisar el comercio. Esta posición lo ha situado en un rol de considerable influencia, actuando como intermediario entre un presidente que impone aranceles generales y las industrias que se ven perjudicadas por ellos. Su experiencia previa como operador de bonos en Wall Street, donde acumuló una considerable fortuna, le ha proporcionado una perspectiva única sobre las implicaciones económicas de las decisiones políticas.
Aunque internamente ha abogado por la moderación, como cuando argumentó a favor de una pausa de 90 días en los aranceles globales tras su impacto en los mercados bursátiles y de bonos, Lutnick también ha sido un defensor público de los aranceles. Ha repetido el mensaje del presidente de que son necesarios para revivir la industria estadounidense, instando a las empresas a construir fábricas en Estados Unidos si no les gustan los aranceles. Sin embargo, también ha intervenido para que se concedan exenciones a ciertas industrias favorecidas, librándolas de miles de millones de dólares en gravámenes. La implementación de estos aranceles se da en un contexto global de desaceleración económica, con un crecimiento del PIB mundial proyectado a la baja por organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.