HEYDI MORI: No es difícil habitar el litoral limeño

 pero tampoco es fácil permanecer en él.

Por Israel Tolentino

En la sala Juan Acha del Museo de Arte de San Marcos, dirigida por Patricia Mondoñedo y con la curaduría de Angie Bonino, Heydi Mori Alvarado (Huánuco, 1985), le regala al más eriazo de los confines habitados por la humanidad necesitada del calor desprendido del color tostado de la arena, la exposición individual: No es difícil habitar el litoral limeño, pero tampoco es fácil permanecer en él. Pocas veces, dentro de un título cabe toda la aridez del desierto poblado del Perú y tal vez los desiertos del Mundo, sin embargo, en la vida, en la palabra y los rudimentos de la visualidad es posible, así como en cada fotografía de Juan Pablo Murrugarra que documenta esta exposición.

El desierto del Perú había tocado su plenitud en las reflexiones de Jorge Eduardo Eielson (1924-2006): “paisaje infinito” un conjunto misterioso de obras que evocan su aridez haciendo uso directo de la materialidad costeña, el artista usa directamente la arena y los fósiles y con esas construcciones reaviva toda su ausencia y memoria.  Ricardo Wiesse (1954), encuentra la belleza luminosa a partir del sudor y la sed, las pinturas de Ricardo establecen todo un recorrido en la horizontalidad costeña, como si dando la espalda al mar unas veces, encuentra el estado de ánimo que intenta plasmar en sus telas.

En esta ocasión, con un movimiento de batuta, la artista Heydi Mori vuelve a recorrer este espacio aparentemente deshabitado, hurgando sus despojos, elementos desechados para convertirlos en preciosas evidencias de la presencia humana sobre el paisaje. El viento y las olas del desierto ordenando en un curioso pentagrama los detritus.

En el desierto del otro lado hay guerra, muestra cruel de la decadencia humana; en este lado, Heydi Mori, haciendo uso de la distancia geográfica camina el desierto, desde los Pantanos de Villa contempla el gris mar, las aves, sobre todo los restos de las gaviotas tumbadas por las olas, las plumas de gallinazos, los brazos de crustáceos hechos añicos, las esteras, la totora y la red, la mano de Heydi ilustra las más fantásticas y desgarradoras imágenes a partir de estos despojos, escribe las hazañas del hombre que pervive en el terreno infecundo. Heydi recupera desde las orillas bañadas por el mismo mar, la lira que hace diferente a este mono milenario; su silencio creativo trasciende la mezquina heredad con que el sistema trata a sus poblaciones; con acertijos sencillos impreca a cada observador, sus respuestas a las repreguntas arcanas son cada obra en actitud oscilante, como estando con la brisa de la playa.

Todos los vestigios acumulan el dorado de la arena y el sol del sereno y la luna llena, como pieles expuestas, tendidas, en vaivén, como colgaduras y estatuas desgastadas por el viento; enseres capaces de sacudir nuestro interior.

Hace mucho que los artefactos contemporáneos se pierden en la vorágine de las publicaciones y los vendedores, en flatus vocis; la obra de Heydi Mori convida un respiro entre tanta visualidad adulterada y cubierta de ostentación textual.

Habitar el litoral es fácil dice la artista, seguro el hecho de posarse en un territorio lo es, habría que añadir que un “invasor” planea sus pasos y luego debe evitar ser desalojado y llegar a tener la legalidad que le haga posible cuidar su pedazo de suelo (tal vez obtenido a partir del tráfico de tierras) agrega la artista, permanecer en ese territorio no es fácil, son perceptibles en esta serie de trabajos un encuentro panteísta con los vestigios, convertir la precariedad en estéticas señales, como tocados por una mano curandera. Heydi Mori conoce el espacio y sabe edificar sobre ella, como dice en el texto curatorial: “con todo lo recopilado Heydi Mori, va reconstruyendo una vez más un mapa de materialidades para el profundo entendimiento y comprensión de por qué: No es difícil habitar el litoral limeño, pero tampoco es fácil permanecer en él”. La deriva seguirá y el desierto infinito cobrará tantas vidas como arenas se puedan contar.

En el habitar nómada del ser humano, si consideramos errancia en relación con el cosmos, el planeta es como una bolita perdida entre los inciertos espacios interplanetarios, a ¿merced de qué? Una reflexión directa donde la estancia natural terrena, es cada vez un esfuerzo latente, una probabilidad.

Mira el mar y tal vez en esa relación, esa inmensa curva encrespada engrandece los artefactos hechos por Heydi con la compañía de Rodrigo (Pozuzo, junio 2024).