La década de los 90 fue un período de intensa controversia en torno al TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Mientras el número de diagnósticos infantiles se disparaba, la Iglesia de la Cienciología orquestaba protestas a nivel nacional contra la psiquiatría, señalando al Ritalin como uno de sus principales objetivos. Esta medicación, un estimulante, se había convertido en la primera línea de tratamiento para muchos niños diagnosticados con TDAH, generando un debate público sobre su eficacia y seguridad a largo plazo. La controversia se intensificó debido a la falta de estudios exhaustivos que avalaran su uso extendido, lo que llevó a la comunidad científica a buscar respuestas más sólidas.
Según la investigación publicada por The New York Times, James Swanson, psicólogo investigador de la Universidad de California, Irvine, se encontraba en el centro de esta tormenta, especializado en el estudio de los trastornos de atención. Los congresos científicos se veían interrumpidos por manifestantes que acusaban a los psiquiatras de «drogar a los niños», reflejando la creciente preocupación pública sobre el uso de fármacos en la infancia.
El aumento en las prescripciones de Ritalin era innegable. A principios de los 90, la cantidad de niños estadounidenses diagnosticados con TDAH se duplicó, pasando de menos de un millón en 1990 a más de dos millones en 1993. De ellos, casi dos tercios recibían recetas para Ritalin. Sin embargo, esta expansión no estaba exenta de interrogantes. A pesar de la aparente mejora en el comportamiento de muchos niños tras iniciar el tratamiento, no existían datos científicos concluyentes sobre los efectos a largo plazo de la medicación.
Ante esta situación, Swanson y un equipo de investigadores, con el apoyo financiero del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), pusieron en marcha un ambicioso estudio multicéntrico y aleatorizado. El objetivo era comparar el tratamiento con estimulantes para el TDAH con enfoques no farmacológicos, como el entrenamiento para padres y el entrenamiento conductual. La motivación principal era obtener evidencia empírica sólida que permitiera comprender mejor los beneficios y riesgos de cada enfoque.
Swanson lideró el centro de investigación en Orange County, California, donde reclutó a un centenar de niños de entre 7 y 9 años con síntomas de TDAH. Los participantes fueron divididos en diferentes grupos de tratamiento: algunos recibieron dosis regulares de Ritalin, otros participaron en programas de entrenamiento conductual de alta calidad, algunos recibieron una combinación de ambos, y un grupo de control no recibió ningún tratamiento específico. Este mismo protocolo se replicó en otros cinco centros a lo largo del país.
Este proyecto, conocido como el Estudio Multimodal del Tratamiento del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (MTA), se convirtió en uno de los estudios más extensos jamás realizados sobre los efectos a largo plazo de cualquier medicación psiquiátrica. Los resultados de este estudio tendrían un impacto significativo en la forma en que se abordaba el tratamiento del TDAH en los años siguientes.