Por. John Cuellar
De los escritores y algunas anécdotas dignas de recordar.
John Cuéllar. En la anterior entrevista, usted daba a entender que en la universidad un estudiante promedio leía poco o nada.
Jorge Breen. Sí, y no entiendo por qué. Más aún si éramos estudiantes de letras. Por ahí oí que decían que no se nos exigía por no tener dinero. Oiga, yo vengo de una familia pobre, pero al ingresar en la universidad me di cuenta que para encaminarme debía invertir. Sacaba copias de libros de gramática que no se comercializaban en Huánuco; compraba libros de segunda mano, y si no tenía para leer me prestaba de algún amigo.
John Cuéllar. ¿Cree que los universitarios de hoy están en la misma situación?
Jorge Breen. Sería el acabose. Pero felizmente no es así. Por buenas fuentes me enteré que los estudiantes de la especialidad vienen leyendo muchas más obras que finalmente son evaluadas por los catedráticos como Juan Giles, Luis Mozombite, Andrés Jara y Jusselino Buzzi. Eso es digno de reconocer. ¡Qué bueno sería si en todas las facultades se hiciera leer al menos cuatro libros por ciclo!
John Cuéllar. Si ustedes no leían mucho por iniciativa o exigencia de los catedráticos, ¿cómo llega a conocer a los escritores de Huánuco?
Jorge Breen. En mi caso por un examigo: Livio Álvarez. Él frecuentaba mucho un grupo literario formado con un vicerrector, algunos docentes y estudiantes de la universidad. Y en esas andanzas llega a conocer a Andrés Cloud, Mario Malpartida y Samuel Cárdich, que en realidad eran maestros de nuestros profesores de la especialidad. Pero lamentablemente Andrés y Samuel ya habían cesado antes de 1996.
John Cuéllar. ¿Y en qué circunstancia los conoce?
Jorge Breen. Con Andrés Cloud fue un tanto vergonzoso, pues según recuerdo en la universidad no había leído ni un solo libro del famoso grupo Tres en raya. Y por eso, en una de esas salidas con el entonces amigo Livio, este termina presentándome al escritor Andrés Cloud. En medio de la conversación yo le suelto una expresión que desde lejos es muy ofensivo para cualquier escritor: “Profe, a ver si nos deleita con un poema”. Andrés Cloud se me queda mirando fríamente y con un semblante de pocos amigos. Livio, me codea y me susurra que Andrés Cloud no es poeta, sino narrador. En ese instante era casi seguro que Andrés Cloud me lanzaría uno de sus comentarios incisivos, propios de una mente lúcida y crítica, pero la intervención de Livio para cambiar la conversación aplacó la ira inminente.
John Cuéllar. Y decidió leer a los escritores locales…
Jorge Breen. Sí. Quejarme de que los docentes no me incentivaron a leer las obras de estos autores no cambiaría nada. Así que al día siguiente busqué por todas las librerías “suelo” y empecé a leer En la vida hay distancias. Y poco a poco fui leyendo no solo las obras de Andrés Cloud sino también las de Samuel Cardich y Mario Malpartida.
John Cuéllar. ¿Y cómo entra en contacto con Samuel Cardich y Mario Malpartida?
Jorge Breen. Hubo un taller de creación de narrativa y poesía, organizado por el INC. Me inscribí dos días antes de finalizar el evento, y tuve la suerte de escucharlos. Para eso ya tenía bajo el brazo el 2.° puesto de los Juegos florales valdizanos 2000. Un día me acerqué a Samuel Cardich y le entregué un bloque de “poemas”. Nunca recibí comentario alguno porque nunca me atreví a preguntarle sobre el tema. Al final, cuando ya éramos amigos, había olvidado el asunto hasta hoy.
John Cuéllar. ¿Y Mario Malpartida?
Jorge Breen. Con Mario Malpartida nos conocemos no solo porque fue mi maestro en el segundo año de la universidad, sino porque en el 2002 ingreso a trabajar en el Instituto Superior Pedagógico Privado Esteban Pavletich, donde él venía impartiendo cátedra. Ahí él solía prestarme algunos libros novedosos que hoy me jacto de haberlos leído, como Vivir para contarla.
John Cuéllar. Fueron sus amigos y aprendió mucho de los tres.
Jorge Breen. Sí. Por eso siempre me jactaba de ser amigo y de haber aprendido de los maestros de mis maestros.
John Cuéllar. Ya que hablamos de antaño, ¿cómo era el movimiento cultural en ese entonces?
Jorge Breen. Era digno de recordar. Había recitales cada fin de semana (Viernes culturales). Las presentaciones de libros estaban a la orden del día. Talleres, conversatorios, coloquios, concursos, revistas y tantos otros eventos culturales. Eran otros tiempos. El instituto nacional de cultura actuaba como tal, viviendo única y exclusivamente para la cultura. De ello, hoy no queda más que rastros fugaces en la memoria.
John Cuéllar. Pero hoy también hay un movimiento cultural, sobre todo en lo que vienen a ser lectura.
Jorge Breen. Ya lo dije pero hablaré de otro modo: hoy se ha masificado la publicación de obras, pero apenas un tercio de lo publicado vale la pena. Al parecer muchos solo apuntan a la comercialización más que a la calidad del libro, y eso que no hago hincapié en la calidad estética. Solo me refiero a cuestiones básicas: que esté bien escrito, con letras ni muy pequeñas ni muy grandes (salvo que hablemos de literatura para niños de 6 a 8 años), con un tipo de fuente que favorezca la lectura, con un interlineado de espacio regular, con márgenes adecuados, con portada bien cuidada, con un lomo que no deje que las hojas salgan volando al leer…
John Cuéllar. ¿No cree que eso siempre ha ocurrido?
Jorge Breen. Sí. Y seguirá ocurriendo, pues es el único modo de diferenciar una buena publicación de una mala o pésima.
John Cuéllar. A ver si me corrige. ¿Está diciendo que el movimiento cultural de antaño se movía gracias al INC y era de calidad?
Jorge Breen. No. Estoy intentando decir que antes los escritores tenían mucho apoyo del órgano de cultura. Ahora, en cuanto a organización, es harto conocido que los movimientos culturales eran impulsados siempre –inclusive hoy– por la terna Andrés Cloud, Mario Malpartida y Samuel Cardich. Ellos eran insuperables y hasta la fecha aún lo son. Ellos tienen dinamismo y sobre todo compromiso real con la literatura, porque por sus venas corren la palabra-arte, que es la esencia de todo buen escritor.
John Cuéllar. Pero otros escritores vienen realizando eventos de gran magnitud.
Jorge Breen. Yo le apuesto algo. Encárguele al Tres en raya la realización de un evento de talla internacional, con presupuesto destinado, y verá lo que es una verdadera organización. No los endioso, solo reconozco lo que valen estos escritores: su peso en oro. Si no me cree, ya veremos lo que pasa en Huánuco, cuando estos tres escritores dejen la Tierra para irse al tercer cielo o al tercer abismo. Le aseguro que si no hemos asimilado ese compromiso real, la promoción de nuestra literatura será, como alguien lo auguró sin querer, Letra muerta.
[Continuará]