Este domingo, en cada rincón del Perú, celebramos el Día de la Madre. Una fecha que nos invita a recordar, a celebrar, a bailar y, a pesar de las circunstancias, a alegrarnos. Aún con nuestras madres en el cielo, nos regocijamos porque ellas nos han dado el regalo más preciado: la vida. Nos han entregado su tiempo, su esfuerzo, su amor incondicional, para educarnos y ayudarnos a convertirnos en buenos ciudadanos.
En este Día de la Madre, rendimos homenaje a todas las mamás. A la mamá linda, a la mamá querida, a la mamá campesina, a la mamá citadina, a la mamá de piel morena y a la de tez clara. A todas ellas, porque en cada una resuena una sola palabra, una sola definición: madre.
Extendemos nuestro saludo a las esposas que también desempeñan el papel crucial de ser madres, cuyo amor y dedicación moldean nuestra sociedad. Este domingo, aunque sea con un detalle pequeño como una rosa, con su plato preferido o simplemente con un abrazo, reconozcamos su labor.
En este día, la mamá no cocina, la mamá no lava. Este día, la mamá debe presidir la mesa, disfrutando del festín que otros han preparado para ella, porque se lo merece. Nuestro cariño, nuestro esfuerzo y nuestro amor son para ella.
A todas las madres que también son hijas, a las madres que son esposas, a las madres que son abuelas, les deseamos un feliz día. Desde estas líneas, elevamos una oración para aquellas que ya no están físicamente con nosotros, y para aquellas que aún nos acompañan, recordemos cuidarlas y amarlas, porque eso es lo mejor que podemos ofrecerles.
En este segundo domingo de mayo, que nosotros, los peruanos, dedicamos a celebrar el Día de la Madre, decimos con todo el corazón: Feliz Día, Mamá.