Ronald Mondragón Linares
Frente a la sordidez del sistema político y social mexicano, horadado por la corrupción y el poder omnímodo del narcotráfico, Rafael Loret de Mola –escritor y periodista de ese país– ha dicho algo perfectamente aplicable al nuestro, en el contexto del descalabro moral e institucional que afecta no solo al Congreso de la República peruano. Es tal el grado de corrupción al que han llegado nuestros desgraciados países, que la sociedad se va dividiendo cada vez más –dice Loret de Mola- “entre quienes queremos vivir honradamente y los ladrones”.
Algo parecido habría dicho Manuel González Prada, y mucho más si estuviera entre nosotros. El verbo potente e iconoclasta del gran pensador peruano no solamente servía para componer poemas precursores del Modernismo en el Perú, ni solo para desarrollar una estupenda crítica literaria. Su verbo, fogoso y vital, le sirvió también para defender y amar a la patria.
Los escritores tienen una poderosa arma para amar y defender a la patria de quienes la agreden, la lastiman, la maltratan, la humillan. De quienes han convertido la política en una sucia manera de hacer fortuna. De quienes han pervertido la práctica política en una infame maquinaria del crimen y de la injusticia; en un refugio de malhechores -en realidad criminales de saco y corbata- que se buscan y se asocian con la misma perversa complicidad de las aves de rapiña.
Jean-Paul Sartre decía, al respecto, que realmente poco o nada se puede hacer a través de las obras literarias de ficción propiamente dicha o de predominancia connotativa (poesía, cuento, novela); que, en cambio, la fuerza y el poder del punto de vista del escritor radica y se ejerce sobre todo a través de la reflexión y la denuncia en un artículo, en un ensayo. No panfletarios ni insustanciales, sino meditados y coherentes, sin menoscabo de la indignación ante el escarnio.
Es cierto que un poeta puede crear bellos versos tomando como fuente de inspiración la patria, la tierra, la nación. Pero a lo que ciertamente se refería el filósofo francés es, primero, a que el lenguaje connotativo de la poesía y de la literatura en general pertenece a otro dominio o ámbito, sujeto de análisis y valoración específicos; y, segundo, a la eficacia más inmediata y masiva que posee el mensaje directo y denotativo de una columna de opinión, un artículo o un pronunciamiento. El ejemplo de la publicación de un artículo, a través de un diario, titulado “Yo acuso”, del novelista francés Emile Zolá, es ilustrativo sobre este punto. Zolá puso en riesgo su libertad y su vida enfrentándose a los oscuros intereses de la cúpula militar de entonces; pero puso al descubierto ante la opinión pública nacional y mundial, un caso flagrante de intolerancia e injusticia. Hoy, más de cien años después, Francia –su patria- sigue rindiendo homenaje al novelista y el artículo en mención se ha convertido en un ícono de la verdad y los valores democráticos.
El amor a la patria es, pues, un compromiso con la Nación en el ahora, una revalorización del pasado y una apuesta real por el futuro. No olvidemos la resonancia y la trascendencia que, en ese sentido, tuvo, por ejemplo, la prosa de González Prada o José Carlos Mariátegui. Pero, también, en el ámbito estético, recordemos a César Vallejo, a Alejandro Romualdo, a Javier Heraud. En Huánuco, el caso más emblemático de poner la pluma y el verbo del escritor al servicio de la sociedad y de la patria es el de Esteban Pavletich Trujillo; “No se suicidan los muertos” es una obra literaria y, al mismo tiempo, una denuncia social; “Leoncio Prado. Una vida al servicio de la libertad”, es una hermosa apología del célebre militar huanuqueño.
“ Mi país es tuyo,/mi país es mío,/mi país es el de todos,/es nuestro, nos lo quitan,/tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho,/clávatelo como un puñal,/bésalo en la frente/como a un hijo, como a un padre, como a alguien cansado que acaba de nacer” –así le cantaba a la patria Sebastián Salazar Bondy. Y Javier Heraud: “Porque mi patria es hermosa/como una espada/en el aire/yo hablo y la defiendo/con mi vida./Son nuestros y para siempre/nos pertenecen/el mar,/las montañas/y los pájaros”.