Jacobo Ramirez Mayz
Llegué a vivir a Las Pampas en 1988, en una casa que era la sucursal del Seminario San Teodoro. Allí, lejos del mundanal ruido, y alejados de las tentaciones, íbamos a matar nuestra libido estudiando, trabajando y rezando. Algunas veces, me escapa y daba rienda suelta a mis no tan bajos instintos; después de ello, salía con destino a Huánuco e iba corriendo donde el padre Raúl de Filippe, quien trabaja como párroco en la iglesia de San Cristóbal, para confesar mis pecados. Cuando me veía, me decía: «Hijo, ¿tus pecados son los mismos de la semana pasada o hay algún nuevo?». Agachando la cabeza en estado contrito, poniéndome rojo como un tomate y con la voz medio temblorosa, afirmaba que se había repetido la jarana. Él, alentándome, y tal vez porque deseaba comer algún bocadito para matar su ansiedad, o tal vez también sus deseos carnales, en nombre de Dios, me absolvía y me mandaba a cumplir con la penitencia.
Iba a la iglesia, me arrodillaba en un reclinatorio delante del Santísimo, y rezaba los Padres Nuestros, Ave Marías y, de vez en cuando, una Salve. Así salía más limpio que el agua que sale por las tuberías de los caños de los habitantes de esta ciudad. Luchando contra mi instinto, aguantaba un par de días más, y, después, de nuevo el burro al daño, y a esperar el fin de semana para limpiar mi espíritu con ese padrecito. Era de nunca acabar, pero más detalles les contaré en otro momento.
Años después, y gracias a la señora Julia, esposa de don Fernando, adquirí un terreno en ese pueblo y fui adoptado como un pampino más. Construimos, junto a mi familia, una casa que se encuentra en una parte llamada Shereg. Ahí, escuchando el susurro de los árboles, el canto de los grillos, el sonido del agua; observando el vuelo de murciélagos, sembrando y cosechando frutas; en esa casa donde antes fumaba, tomaba y chacchaba como endemoniado (actualmente dejé todos los vicios porque me quiero ir al cielo), ahí, en ese espacio terrenal, vivo ahora.
Desde que radico en este lugar, han pasado muchos alcaldes, ya sea de Tomayquichua o de Conchamarca. Lo bonito de esta parte es que no sé a qué distrito pertenezco y eso me está convirtiendo en un bipolar. Claro que, cuando voy a pagar el autovalúo, investigo dónde está más barato, y ahí lo pago. Con esa actitud, creo que ya me merezco, cuando menos, ser alcalde.
Lamentablemente, hasta ahora, y ha pasado, como dije, una punta de años desde que llegué a esos lares, ningún alcalde ha hecho nada realmente importante para arreglar el ingreso a este pueblo. Seguramente ustedes dirán que en ninguna parte lo hacen, y les doy toda la razón. Pero Las Pampas, a diferencia de otros lugares, se merece un trato especial, ya que se ha convertido en un lugar turístico religioso y gastronómico. (Como diría un viejo amigo, en este pueblo nunca hay clases porque están llenos de recreos). Muchos ciudadanos, en sus carros particulares (que son más de cien), y otros tantos a pie, lo visitan cada fin de semana. Todos van al Santuario de la Virgen María Causa de Nuestra Alegría, y, después, a comer en un recreo o quiosco. Lástima que también se tienen que llevar de recuerdo un poco del polvo del cual se llena la calle principal cada vez que pasa un vehículo motorizado.
Polvo que, hay que decirlo, se incrementó gracias a la genialidad de un exalcalde, quien, para tapar los huecos que había en la carretera, no tuvo mejor idea, tal vez escuchando a uno de sus asesores, que hacerlo con tierra. Lo que ocasionó fue que se llenasen de polvo las casas, y todo transeúnte que, por diferentes razones, tiene que transitar por esa única calle. Polvo que se incrementa gracias a la gran velocidad de los colectivos que suben a Conchamarca, cuyos carros son conducidos, temerariamente, por choferes inescrupulosos, sabiendo que no hay ninguna autoridad que les controle.
Los vecinos, para evitar la polvareda, han optado por hacer rompemuelles, y regar la parte en que están sus casas, lo que ha hecho que esas zonas sean casi intransitables en horas puntas. El actual alcalde ha repetido la jarana, igual que yo repetía mis pecados. Aunque dicen que está buscando una solución definitiva, que será la futura pavimentación. Solo así nos olvidaremos del polvo que, indirectamente, nos han venido echando encima los sucesivos alcaldes.
Las Pampas, 06 de junio de 2024