Mucho se ha dicho del impacto del teléfono celular en el sueño y la productividad. También se ha discutido que puede acabar con la autoestima y torpedear la capacidad para tomar decisiones acertadas. Pero todo eso parece poco ante la posibilidad de que estos aparatos estén acortando la vida.
Eso lo dice la escritora científica Catherine Price en su nuevo libro How to Break Up with Your Phone, cuya tesis central es que el celular estaría aumentando los niveles de la hormona cortisol. Con solo eso, dice ella, “nuestro tiempo frente al teléfono podría estar amenazando la salud a largo plazo”.
Dificulta hasta las relaciones
En un escrito que publicó Price en el diario The New York Times, explica que el tiempo en el celular no solo interfiere con el sueño, también dificulta las relaciones, le quita espacio a la memoria, acorta los periodos de atención, enreda la creatividad y la productividad, y mina el buen desempeño para resolver problemas y tomar decisiones acertadas.
Sin embargo, para ella el aumento del cortisol es el impacto más grave. Refiere, que al “incrementarse de manera crónica los niveles de esta hormona, el tiempo que se pasa frente a ese aparato amenaza la salud y acorta la expectativa de vida”.
Los niveles de cortisol aumentan
En el caso de los celulares, la manera natural de calmar esa sensación de estrés es chequear el aparato. Pronto la persona se ve envuelta en un círculo vicioso, pues esa calma dura segundos. Y luego comienza otro momento de ansiedad por chequear de nuevo el celular.
Además, dice Price, cada vez que la persona mira su teléfono es posible que vea algo estresante. De igual forma, eso podría llevar a otra subida de cortisol. En esas circunstancias, la persona queda con niveles altos de esta hormona de manera permanente, ya que los efectos del estrés se amplifican si hay una preocupación a toda hora de que algo malo va a pasar. Ese estado de hipervigilancia a veces produce las vibraciones fantasmas: sentir o escuchar sonar el celular cuando está apagado o no está cerca.
La primera recomendación de Price es apagar todas las notificaciones excepto las que se necesite recibir.
Segundo, aconseja analizar la ansiedad que producen las diferentes aplicaciones, y dependiendo de la respuesta invita a esconderlas o a borrarlas. La tercera regla es tomarse recreos de hasta 24 horas para rebalancear la química del cuerpo. “Solo dejar el teléfono quieto a la hora del almuerzo es un paso adelante”, dice.
Por último, recomienda analizar la ansiedad que produce no chequear a toda hora este aparato, pues así aprenderá a cómo responder a esas ansias por mirarlo. No es una tarea fácil, pero sí necesaria. Recuerde que los beneficios de hacerlo extenderán su vida.