Editorial. Conviviendo con la informalidad

Somos un país de informales y Huánuco no escapa de esta triste realidad. La informalidad campea en todos los aspectos, literalmente en todas las actividades. La gente aparentemente prefiere la informalidad para no pagar ningún impuesto. Solo para tener una idea, de las más de 25 mil microempresas que hay en la ciudad, menos del 10 % está formalizada.

Hay cientos de negocios exitosos en Huánuco, los vemos a diario en las calles, ya sean vendiendo desde leche de tigre, papas rellenas, comida al paso, hasta toda clase de vestimenta, artículos de plástico, etc., muchos de ellos tienen ingresos envidiables de 500 a 1000 soles por día, incluso otros mucho más; sin embargo, no tienen que preocuparse por pagar impuestos a la Sunat, no pagan de arbitrios municipales, no hay planilla de sueldos, en fin, carecen de cualquier responsabilidad formal con respecto a su negocio con el público consumidor y peor aún con el Estado. A pesar de ello, las instituciones del Estado parecen algunas veces ensañarse con los empresarios formales, especialmente los micro y pequeños.

Queramos o no, esto se convierte en una competencia desleal. El empresario formal, que tiene que pagar planillas, alquiler, insumos y otros, es poco probable que pueda competir en precio con los informales que ofrecen productos similares.

Tenemos que entender que la informalidad tiende a menoscabar la capacidad productiva y competitiva de una sociedad, y por su ende, su desarrollo económico. Y la productividad es un pilar esencial para mejorar los estándares de vida de la población. Y a su vez, para mejorar la productividad tenemos que ofrecer alta calidad de educación superior y hacer investigación. Dicho esto, si queremos que nuestra economía como sociedad mejore, tenemos que mejorar nuestras prácticas empresariales y laborales, y para esto, es primordial que las instituciones del Estado replanteen sus muchas veces considerados intimidantes acercamientos, para educar y ganar la confianza de los emprendedores.