Por Willy Marcellini Ramírez (*)
Esta semana se eligen a las autoridades regionales y locales, a nivel nacional, y muchos partidos políticos y sus candidatos hicieron sus cierres de campaña el jueves 29, que era la fecha límite planteada por el organismo electoral peruano. Se pudo ver de todo: caravanas, personas con sus banderolas y polos con el logo del partido y/o fotografía del candidato, con globos, gigantografías y demás artículos propios de las campañas. En los escenarios de muchos cierres de campaña también estuvieron presente muchos artistas reconocidos, locales y nacionales, y seguramente los candidatos y/o sus partidos tuvieron que desembolsar un oneroso monto de dinero para tenerlos presente en sus tabladillos y estrados armados para la ocasión. Las fiestas apoteósicas y la parafernalia estuvieron a la orden del día, y los candidatos son conscientes de ese ofrecimiento, que eso es necesario para fidelizar y captar los votos. Todo lo anterior, me trae en mente la frase conocida: “pan y circo”; o lo que sucedía en los tiempos del imperio romano, en la que había una elite que gobernaba: el emperador, el senado, cónsules, patricios y nobilitas; y del otro lado la plebe, los libertos y esclavos, a quienes les ofrecían o se les sometían en los escenarios (sea en el coliseo romano, un anfiteatro y otras similares que había en el imperio) grandes espectáculos de luchas de gladiadores, naumaquias y martirios.
A la luz de los hechos, ante este tipo de los procesos electorales, como ya se dijo con mucha pompa, la pregunta recurrente que se hace el poblador de a pie es ¿Por qué los partidos políticos invierten tanto dinero en sus campañas? ¿Cómo recuperarán ese dinero? ¿Qué hay detrás de todo ese gasto? Diríamos que no hay una respuesta única. Lo que sucede comúnmente, es que al ser elegidos las nuevas autoridades tendrán que devolver los financiamientos, los “favores” y como no lo hacen con sus sueldos, los hacen devolviendo con “favores”, “mordiendo” el presupuesto público, “metiendo las unas”, con el otorgamiento de las obras de los gobiernos regionales y/o municipales, dando concesiones o beneficios, el otorgamiento de puestos de trabajo, las dádivas, donaciones, los famosos diezmos o “acuerdos bajo la mesa”. Una diversidad de contratos en detrimento de la productividad, eficiencia y efectividad de los servicios públicos que deben brindar a la población las autoridades y sus funcionarios. En fin, resulta en una mala autoridad. Es una pena que esto suceda, y ya debe cortarse y sancionarse por las autoridades judiciales y otras competentes.
No es casualidad que, en las elecciones del 2021, ante la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), cinco partidos reportaron más gastos que ingresos en campaña, también partidos con declaraciones incompletas, con cero gastos y otras que no declararon. Esto es claramente una situación muy irregular. ¿Cómo un partido puede gastar más de lo que tiene en ingresos o declarar en cero? Los partidos hacen lo que mejor les conviene y la ONPE no le ha dado la importancia necesaria a la fiscalización, no se está vigilando la ruta del dinero, no se está velando por la transparencia en los gastos. Se sabe que hay tantos componentes en las actividades proselitistas y los gastos de campaña como gastos logísticos y operativos, por citar algunas.
José Tello, especialista en temas electorales, estima que en la campaña congresal una sola organización política se puede gastar hasta 200 mil soles en un mes; por tanto, saquen ustedes sus propias conclusiones, las elecciones actuales no son muy diferentes a las congresales y multiplíquenlo por campañas de varios meses. También hay financiamiento público, pues el Estado también financia parte de ese gasto.
La elección de una mala autoridad, también se da porque hay un electorado desinformado, que se obnubila por el show, que deja comprar su voto, que elige con la frase “roba, pero siquiera hizo algo”, o que tiene un interés en particular o una promesa ofrecida, en resumidas cuentas: un electorado que no sabe elegir a sus autoridades. Esto en parte se debe a que es muy poco o muy pobre la formación que reciben las personas en nuestro ámbito, en las aulas escolares o universitarias, y en los hogares especialmente, respecto a política, civismo, ciudadanía, identidad y patriotismo y afines; tanto así que el voto se decide faltando pocas horas para las elecciones o en la puerta del local de votación. Un problema que suma a esto es que el sistema electoral no ha sufrido mayores modificaciones a favor de la población, no hay un nuevo sistema que le permita al electorado tener una mejor calidad de candidatos y no estar eligiendo, campaña tras campaña, al menos malo; la mayoría son los mismos de siempre o los reciclados de las campañas anteriores, muchos con procesos pendientes y graves acusaciones. Para escoger, muy poco.
¿Qué se necesita? Necesitamos autoridades con visión de futuro, que miren a largo plazo, que hagan obras que trasciendan en el tiempo, y no solo cosas domésticas como el de: limpieza de las calles, el de “romper pistas para volverlos a parchar” o “poner flores en el parque”. Necesitamos autoridades que sepan planificar, organizar, dirigir y controlar; y si no saben, que aprendan rápido y/o se rodeen de las personas correctas. Que sepan gestionar, concertar, negociar y trabajar en equipo, solidarios y con valores, y lo más importante: que tengan vocación de servicio, que se “fajen por su pueblo”. Ojalá sepamos elegir y que nuestra próxima autoridad nos represente dignamente. Y no resulte un perseguido más o que al terminar sugestión sea un “muerto político”. Como diría una frase muy popular: “Dios nos coja confesados”. Saludos cordiales.
(*) Es licenciado en Administración por la UNMSM, MBA por la Universidad de Génova, Cofundador de EIDE (Escuela Internacional del Dinero y la Empresa) e Inversionista independiente en la Bolsa de Valores.
Correo: wmarcellini@gmail.com