Escrito por: Marcos Cancho Peña
No era necesario usar una pala. Para desenterrar el pasado de Iber Maraví, podrían haberse usado solo las manos, pero a Pedro Castillo no le interesó escarbar. Fue así como lo nombró ministro del Trabajo, ignorando lo que traía consigo: su nombre figura en atestados policiales por actos terroristas y múltiples testigos aseguran que participó de actos subversivos. Su entorno también lo pone en el centro de la tormenta: su suegro fue autor de la masacre de Lucanamarca, y su esposa y suegra firmaron unas planillas de inscripción de Movadef, el brazo político de Sendero Luminoso. ¿Alguien se atrevería a contratar a una persona con ese CV para administrar su empresa? No. Nadie podría confiar en alguien así… excepto Pedro Castillo. Al parecer, el único requisito para ocupar un cargo público es saber pronunciar “pueblo” sin titubear. Y si es en quechua, mucho mejor.
Es importante saber por qué el presidente protegió tanto a Iber Maraví. Pedro Castillo no blindó de la misma manera a Héctor Béjar, pues lo separó de su cargo pese a tener menos cuestionamientos. ¿Por qué arriesga tanto entonces, el ministro del Trabajo? Sencillo: está pagando favores políticos. Maraví inscribió a Fenate Perú, el gremio fundado por el señor Castillo, solo horas después de haber sido designado como funcionario público. Y aunque los actores políticos lo nieguen, Fenate Perú tiene la influencia suficiente en el poder como para proteger a un ministro. El presidente sabe que su permanencia en el Consejo está poniéndolo contra las cuerdas, pero ya cobró un favor, por lo que hace falta devolverlo. Así es la sucia política llena de lealtades repugnantes: rotan los favores, se estrechan las manos sucias, se obvia la ética.
Hace dos días, inició la interpelación contra Iber Maraví. Fue una decisión correcta, su presencia es insostenible en el Consejo de Ministros. Lo que me pareció extraño fueron las dos caras que mostró Guido Bellido. Hace un mes, el premier recomendó a Maraví renunciar a su cargo. Sin embargo, días previos a que iniciara la interpelación, amenazó al Congreso con plantear la cuestión de confianza si se presentaba una moción de censura. Así de inexplicable. A estas alturas, con tanta incertidumbre política, lo mejor es que se arranquen las raíces podridas y se intente sembrar de nuevo. El problema es que, conociendo el historial del jardinero Castillo, temo que lo que crezcan sean plantas carnívoras dispuestas a devorar el jardín entero.