Por: José Antonio Beraun Barrantes
La crisis que vivimos, producto de la propagación del COVID-19, desde Wuhan (China), ha puesto al Perú, y al Mundo, al límite de la supervivencia.
Tenemos, en primer lugar, el problema que el coronavirus implica para la salud de todos.
El contagio generalizado pondría a nuestros sistemas de salud, público y privado, en una grave dificultad, pues para el Perú, y para la mayor parte de países de esta parte del Mundo, es casi imposible atender los 69,176 casos de contagiados en Italia, o los 55,243 casos detectados en Estados Unidos (al 25/03/20, según cifras de público conocimiento).
No estábamos preparados, y es eso lo que nos ha llevado, casi desde el principio, a tomar medidas tan drásticas de aislamiento social, como son, la cuarentena y el toque de queda, decretados por el Gobierno (#quédateencasa).
Mención aparte merece el liderazgo del Presidente Martín Vizcarra, tan criticado por las “viudas” del fujimorismo, aprismo y de PPK, así como de aquellos que fueron desplazados del poder por la crisis política, como algún ex – congresista de Acción Popular.
Hay quienes señalan que es deber del Presidente ponerse al frente de la grave situación, también es cierto que ha demostrado ser un estratega, no solo al disolver el “Kongreso”, sino al reaccionar mucho más rápido que otros “líderes” del Mundo, frente al coronavirus; tanto es así que, según expertos, el verdadero problema se centrará en los Estados Unidos, al no haberse, ni estarse tomando, las medidas necesarias para evitar el contagio.
En segundo lugar, esta crisis de salud, que nos ha obligado a detener todo el aparato productivo, va a generar, que duda cabe, una segunda crisis: la económica.
Este asunto se enfoca desde dos puntos de vista claves: el primero, cómo evitar, durante la crisis, que, por ejemplo, se corte la cadena de pagos; para ello, el Gobierno debe centrar su accionar económico en inyectar liquidez en la microeconomía (personas, familias y empresas), el bono de 380.00 Soles es un buen inicio, pero es insuficiente, sobretodo en un país, cuya PEA se encuentra, mayoritariamente, ocupada en el sector informal y en el autoempleo. Abaratar el crédito es clave, pero también lo es postergar obligaciones con instituciones que tienen posibilidad de soportar la crisis, como los bancos y algunas financieras, sin que ello implique mayores costos, a largo plazo, para los deudores.
El segundo asunto tiene que ver con la recuperación de la economía, después de la crisis, un tema que aún se está evaluando por los expertos, pero que según estimados, generará un recesión, que afectará a todas las economías, más aún si no está claro, hasta cuando nos encontraremos en aislamiento social.
En esta etapa, el accionar de Estados y Gobiernos, también será clave, pues requeriremos de medidas transitorias y muy audaces, para calentar una economía que quedará muy fría, post coronavirus; sobre eso, volveré en otro artículo.
Trataré también, el tema del escenario posterior, en lo referido a las doctrinas económicas y sociales, que deben ser reformuladas más allá de las ideologías, entendiendo que hay bienes públicos preciados, como la salud, la educación y la justicia, que definitivamente escapan a la mano invisible, y las leyes del mercado.