CHISMEANDO

Por Jacobo Ramirez Saenz 

No sé qué escribir. Deambulo por la Plaza Mayor como zombi. Me siento en una banca y observo los carros, motocicletas y bajaj que pasan y repasan. En ese momento, dos señores, más o menos de mi edad, se sientan en la banca de al lado y comienzan a conversar como dos viejas chismosas. Agudizo mis oídos para enterarme de lo que hablan.

El uno habla de fulano; el otro, de zutano y mengano. No hay nada de importante hasta que inician un diálogo que se convierte en azuquítar para mis oídos. Mi cerebro, como mi cabeza, comienza a brillar; me acomodo para oír mejor, mientras dos señoritas pasan riéndose de algo.

¡Oye!, le dice uno al otro levantando la voz. Te acuerdas de la vecina que se quejaba de todo. ¿De quién ah? De la señora que vivía frente a tu casa pe. ¿De la gordita? ¡No!, de la Alabanciosa, pe. ¡Ah, de la doñita para quien todo está mal! Sí. Oye, para ella hasta la posición del Pillco Mozo estaba mal, ¿no? Sí, pues.  

Tú sabes que se queja de todo. ¡Sí! ¿Conoces a P.? ¡Sí! Él es su esposo. ¡Ah! Te cuento que el otro día, mientras la Alabanciosa conversaba con otra vecina, le escuché que hablaba de su marido. ¿Así, qué le dijo? Que su esposo cuando duerme ronca mucho y que sus ronquidos eran como el ronroneo de un gato. ¡Asu! Y eso no es nada. Debe ser, conociéndola seguramente comenzó a rajar más del pobre. ¡Sí!, le contó también que cuando P. cocina le echa mucha sal a la sopa, que sus comidas están muy condimentadas y que su segundo ni el perro lo quiere comer.

El pobre P. cocina y la otra se queja, ¡pucha! Ese hombre quisiera mi mujer. También continuó quejándose de que cuando P. lava la ropa no soba bien, que la deja media sucia, que no enjuaga como debería ser, que no sabe limpiar bien la casa, que no recoge la basura cuando barre; o sea que es un cero a la izquierda, y terminó diciéndole que es un hombre que se dedica solo a los amigos y que no se preocupa por el bienestar del hogar.

¡Puta, compadre, mujer así en una la cambio! Yo también. No sé cómo la soporta P. tan bueno que es. Dicen que la doñita se dedica a la macumba, compadre. Oye, yo también he escuchado eso. Sí, hermano. Seguramente le ha hecho tomar agua donde ha enjuagado su calzón porque si no P. reaccionaría. Nada de eso, chochera, a mí me han dicho que le han visto haciendo hervir chamico, esa huevada le debe de haberle dado, cumpa. Debe de ser, cholo. Verías cómo está el pobre P., es irreconocible, ya no sale a juergas como antes y cuando está con nosotros para mirando su reloj a cada rato; si suena su celular, en una corre a un costado a contestar, cholo, está completamente ahuevado.

Hermano, la doña debe ser brava. Está para mi carácter, yo en una la alineo. Fuera, weón… a ti seguro te haría andar derechito, en cambio, yo sí la domaría, tú sabes, yo fieras más fuertes he domado. Ja, ja, ja, no creo, te conozco, hermano, si a las justas estás con tu fulana, que cuando te llama corres como perro a su lado. Fuera, weón, tú me conoces, a mí mi madre me ha enseñado a tratar a fieras como esa.  Pero no como a la vecina, pe. Ah, puede ser, pero tú sabes que yo soy como el macho de América. Sí, compadre, échate flores tú solo, ya que nadie te lo va a hacer. Ja, ja, ja, así es, chochera, mejor nos callamos, no vaya a ser que como estamos hablando mal de una mujer, nos acusen y ahí sí, compadre, que podríamos pagar pato. Tienes razón, weón hay que hacernos a los cojudos nomás. Sí, pue.

Oye y por qué no organizamos nosotros una marcha defendiendo a nuestro pata P.  Puede ser, pero hay que pedir permiso a nuestras mujeres para que no se molesten. Ja, ja, ja. Después de ello se levantaron y se marcharon por donde minutos antes habían pasado las dos señoritas.  

Las Pampas, 31 de agosto del 2023