El 26 de enero de 2020 vamos a elegir a 130 congresistas que deben legislar, fiscalizar y representar hasta el 28 de julio de 2021. La ciudadanía soporta amargamente tremenda desilusión política; no atinamos a elegir al representante idóneo ni aquel que podría ser nuestro adecuado interlocutor, de quien sentirnos orgullosos. El voto informado implica interés del ciudadano por la política y las elecciones. Los peruanos demandamos de los aspirantes al Congreso honradez, preparación profesional, coherencia entre promesa y acciones y “limpieza” judicial y fiscal, libres de denuncias.
En un contexto tan deteriorado para la política, encontrar al candidato indicado es una tarea difícil, engorrosa, complicada. Sin embargo, vamos a elegir obligatoriamente porque así lo manda la ley electoral. Si no lo hacemos pagamos una multa que no afecta considerablemente al sueldo mensual ni las utilidades de las ventas. No vamos a elegir a quienes quisiéramos, lamentablemente, sino a los que encontramos en la “oferta electoral”. Cómo juzgamos con la intuición, sin los razonamiento lógicos y casuísticos de los expertos politólogos y sociólogos, y la amarga experiencia anteriores, se presume que el Congreso que viene podría ser igual o peor que el que cerró Martín Vizcarra.
¿A quiénes vamos a elegir? Deben representarnos ciudadanos con autoridad moral. ¿Qué es la autoridad moral? ¿Existe ciudadano moralmente puro como una hostia? No vamos a elegir a San Francisco de Asís, Madre Teresa de Calcuta ni a fray Martín de Porres, sino a ciudadanos imperfectos, con defectos ocultos y visibles, que han tomado la decisión, correcta o no, de participar en estas elecciones congresales, que creen que pueden representarnos. Ellos van a estar en la arena política, movediza, a veces infestada por la guerra sucia, y el despellejamiento privado; nosotros seremos los espectadores, sentados cómodamente en las graderías porque vamos a dar nuestro voto a uno de ellos. ¿Si elegimos mal? ¿De quién es la responsabilidad? No hay autoelección. Nadie va al Congreso sin voto popular. ¿Gallina vieja, aunque le quemen el pico? ¿Cambiará el modo de hacer política esta vez? ¿Cómo los candidatos van a persuadir a los electores? ¿Con propuestas viables, palabras de honor, dádivas, un kilo de arroz o un táper para el refrigerio, un kit de cocina para el comedor popular?
Para candidatear al Congreso (artículo 90 de la Constitución de 1993) el ciudadano debe cumplir tres requisitos impostergables: “ser peruano de nacimiento, tener 25 años cumplidos y gozar el derecho de sufragio”. Así que el analfabeto funcional, el cómico ambulante, el magíster de una universidad con licenciamiento, el neurocirujano o el político sin títulos académicos ni libros publicados pueden postular. Nadie se lo puede impedir; excepto que tenga sentencia judicial consentida por algún delito penal o civil, abuso sexual, terrorismo o narcotráfico. Dice la ley capital del Perú, válido para todos los peruanos. En la viña del Señor hay de todo. Debemos escoger pensando mil veces entre lo que hay. Tenemos menos de dos meses para tomar decisiones.
Un congresista legisla, presenta proyectos de ley, debate, vota para aprobarlos, elige funcionarios estratégicos del Estado. Esa ley no resuelve problemas personales, de particulares ni de grupo, sino las necesidades y estabilidad del pueblo. Un congresista no aprueba presupuesto para tal cual proyecto de inversión pública ni designa autoridades políticas. A veces la demagogia, el populismo y el afán de llegar al Congreso por donde sea, hacen que el candidato ofrezca el oro y el moro. Huánuco debe, a través de sus congresistas, tener presencia honorable, digna de orgullo y “peso político” para decisiones trascendentales. Si solo va a exigir y recibir las migajas de la mesa del rey, estamos jodidos. Poseer grados académicos ni la juventud no garantizan un correcto y óptimo desempeño en el parlamento. Es actitud decente y vocación de servicio.
Huánuco –siempre es bueno mirar la historia porque hay grandes lecciones que aprender– ha tenido notables parlamentarios que mostraron participaciones sobresalientes, debate elocuente, defensa de Huánuco como un bien suyo, estándares ideológicos y políticos elevados. Algunos paradigmas: Javier Pulgar Vidal, José Varallanos, Carlos Showing Ferrari, Luciano Benjamín Cisneros, Víctor E. Vivar, Nilo Lambruschini Malpartida, Miguel de la Mata. El aprismo de esa época era para sacarse el sombrero y daba ganas fervientes de afiliarse al partido de Víctor Raúl Haya de la Torre. De eso solo quedan escombros. Javier y Carlos se unieron para fundar la Universidad Nacional Hermilio Valdizán hace más de 50 años.
¿A quiénes debemos elegir? Consultaremos a los jircas Marabamba, Paucarbamba y Rondos. Con sus revelaciones podemos tomar la mejor decisión. Un candidato (reitero) no es perfecto ni moralmente puro. Debemos exigir experiencia política y habilidades en gestión pública, mínima preparación en derecho, honestidad, empatía y elocuencia para comunicar. Debe ir al Congreso a cumplir un honorable papel de parlamentario, de hacernos quedar bien. Actuar con transparencia, con decencia en la política, votando por convicción y no por consigna partidaria convierte al congresista en digno representante de un pueblo. Huánuco se merece congresistas idóneos, honorables y correctos. Es el pueblo quien los elegirá. Buscar candidatos moralmente pulquérrimos va a demorar, no queda otra que elegir entre los que hay en el “stock electoral”.